EXTINCIONES MASIVAS
Hace 65 millones de años, un cometa o asteroide de 10 Kms de ancho cayó sobre Chicxulub, en la Península de Yucatán (México), y dejó un cráter de 175 Kms justo en el centro de lo que un día se convertiría en el dominio maya. Ese impacto, según el físico Luis Álvarez, es lo que provocó la extinción de los dinosaurios y cerca del 70% de las otras especies en el Planeta.
Uno no puede evitar preguntarse si no existe alguna clase de recuerdo transmitido a través de la evolución, o algo similar, que predisponga a los mayas a profetizar cataclismos, algo que tal vez los vuelva más sensibles a los ciclos subyacentes.
Recientemente, un alumno de Álvarez, el físico Richard Muller, junto a Robert Rohde, su estudiante de posgrado, encontraron pruebas sólidas y fiables de que se producen regularmente extinciones masivas, cada 62 ó 65 millones de años. Por desgracia, la última gran extinción masiva, la que arrasó con todos los dinosaurios y compañía, tuvo lugar hace 65 millones de años. Nos ha llegado la hora.
La Hipótesis de las Extinciones Masivas de Muller y Rohde se basa en un análisis de tres años por computadora sobre los registros fósiles de 542 millones de años, dividido en capas separadas por aproximadamente 3 millones de años.
Para su asombro, descubrieron que, con una regularidad cristalina, entre el 50-90% de los géneros zoológicos desaparecían cada 62 a 65 millones de años, el diferencial de tiempo atribuido a la fecha de 3 millones de años existente entre una capa de fósiles y la siguiente.
Muller cree que cada 62-65 millones de años la órbita del Sistema Solar pasa a través de una región de la Vía Láctea que tiene una densidad gravitacional excepcional. Según su hipótesis, ese repentino y extremo tirón gravitacional desencadena lluvias de cometas y/o asteroides que acribillan el Sol y todos los planetas, la Tierra incluida.
La perspectiva de Muller recuerda las Profecías Mayas de que el 21 de Diciembre del 2012 el Sistema eclipsará el Hunab-Ku, que es el Centro Galáctico: un Agujero Negro, el fenómeno gravitacional más denso de Universo conocido, lo que nos llevará al Apocalipsis.
LA HIPÓTESIS SHIVA
Bautizada con el nombre del dios hindú de la destrucción y la reproducción, la Hipótesis Shiva, propuesta en 1996 por M.R. Rampino y B.M. Haggerty, afirma que el Sistema Solar se balancea hacia arriba y hacia abajo mientras traza su órbita por la Galaxia, topándose periódicamente con anomalías de gravedad y energía.
La Hipótesis Shiva encaja bien con la Hipótesis de las Extinciones Masivas de Muller y Rohde, al sostener que estos traqueteos en el camino del Sistema Solar desestabilizan la Nube de Cometas de Oort, desencadenado precipitaciones de cometas asesinos.
La Hipótesis Shiva sostiene que, en los últimos 540 millones de años, cometas procedentes de la Nube de Oort han sido responsables de al menos 5 Extinciones Masivas en la Tierra. Estamos esperando la Sexta.
Las profecías sobre Shiva habían sido anticipadas de una manera bastante inquietante por la Madre Shipton, la legendaria vidente del Siglo 16 que predijo el Gran Incendio de Londres y las turbulencias y asesinatos del reinado de Enrique VIII. La última visión de la Madre Shipton relata cómo la Humanidad se lanza a la guerra y a un caos suicida como resultado de la sexta visita a la Tierra del «Dragón del Cielo»:
Un Dragón de Fuego cruzará el cielo
Seis veces antes de que esta Tierra muera.
La Humanidad temblará y se espantará
Por el Sexto Heraldo de esta profecía.
Durante siete días y siete noches,
El hombre contemplará esta visión imponente.
Las mareas subirán de manera incomprensible
Para arrasar las costas, y luego
Las montañas comenzarán a rugir
Y terremotos partirán la llanura hasta la orilla.
Y las grandes aguas entrarán con fuerza
E inundarán las tierras con tal estrépito
Que los hombres se encogerán de miedo en los pantanos,
Y les gruñirán a sus compañeros.
NUBE DE ENERGÍA
El Dr. Alexey Dmitriev, un geofísico miembro de la Academia Rusa de Ciencias, habla sobre la zona de peligro galáctico que está poniendo en riesgo al Sol, la Tierra y todo nuestro Sistema Solar.
A medida que el Sol traza una órbita en torno al Centro Galáctico, se encuentra con diferentes áreas del Espacio, algunas más energéticas que otras. Según Dmitriev, la Tormenta Eléctrica Interestelar que atravesamos en este mismo momento ha hecho que se encendieran luces rojas de alarma.
En su polémica monografía «Estado Planetofísico de la Tierra y la Vida» (1997), Dmitriev escribió:
«El aumento de la actividad solar es un resultado directo de los crecientes flujos de materia, energía e información que experimentamos a medida que avanzamos hacia la nube de energía interestelar. El Sol sufre nuevas exigencias y nosotros experimentamos el impacto de esas exigencias en nuestro propio planeta. El tiempo transcurrido hasta que las principales perspectivas de catástrofes globales se conviertan en una realidad no pasará de dos o tres docenas de vueltas de la Tierra alrededor del Sol. Esto no es ninguna exageración; de hecho, creemos que esta predicción es más bien "blanda"».Es decir, no pasaría del 2020 ó 2030, según los cálculos más prudentes y hasta optimistas...
Para visualizar lo que ocurre a nuestro Sistema Solar, debemos imaginar una gran esfera luminosa, conocida como la Heliósfera. La luz de esta esfera es más fuerte en el centro, donde se encuentra el Sol, y va atenuándose cuanto más se aleja uno. Los distintos planetas, lunas, asteroides, cometas y restos hacen lo de siempre, giran, trazan órbitas y andan zumbando dentro de esa enorme bola luminosa. La Heliósfera, a su vez, se desplaza por el Espacio, posada en un brazo de nuestra Galaxia, y ésta también gira y vuela.
Durante mucho tiempo nos hemos limitado a suponer que siempre sería una navegación tranquila y sin problemas. Dmitriev explica que ahora la Heliósfera se ha topado con un terreno difícil, específicamente con cintas y estrías magnetizadas que contienen Hidrógeno, Helio, Hidróxilo (un Átomo de Hidrógeno unido por un solo nexo a un Átomo de Oxígeno) y otros elementos, combinaciones y compuestos: desechos espaciales, tal vez resultado de la explosión de una estrella.
Como cualquier otro objeto que viaja a través de cualquier otro medio (un bote que avanza por el agua, por ejemplo), la Heliósfera ha creado una Onda de Choque delante de ella, a medida que empuja partículas de Espacio Interestelar. Esa Onda de Choque se ha vuelto más grande y gruesa desde el momento en que la Heliósfera entró en esa región más densa del Espacio, donde es necesario apartar más partículas del camino. Dmitriev explica que la Onda de Choque de la Heliósfera se ha multiplicado por 10: de 4 a 40 Unidades Astronómicas (una Unidad Astronómica [UA] es la distancia entre la Tierra y el Sol: unos 150 millones de Kms).
Dmitriev escribió:
«El crecimiento del grosor de esta onda de choque ha causado la formación de un plasma colusivo en la capa parietal, que ha provocado un exceso de plasma en torno al Sistema Solar y, luego, su penetración en los campos interplanetarios [...]. Esta penetración constituye una donación de materia y energía que el espacio interplanetario hace a nuestro sistema solar».En otras palabras, la Onda de Choque está envolviendo el borde anterior de la Heliósfera, de la misma manera en que las llamas envuelven la parte delantera y los lados de un Transbordador Espacial cuando éste entra en la atmósfera, salvo que los Transbordadores Espaciales poseen escudos diseñados para protegerlos y evitar que se achicharren.
Según Dmitriev, la onda de choque está presionando nuestra Heliósfera, inyectando grandes cantidades de energía en los campos interplanetarios, que sacuden el Sol y hacen que se comporte de manera errática, alteran el Campo Magnético Terrestre y, muy probablemente, exacerban el Calentamiento Global que está experimentando nuestro Planeta.
Dmitriev y sus colegas descubrieron la Onda de Choque cuando analizaban datos obtenidos por el Voyager sobre los límites más alejados de nuestro Sistema Solar. La misión comprendía dos satélites y se lanzó en 1977. Durante más de una década los satélites Voyager I y II transmitieron información detallada sobre las lunas, los anillos y los ambientes magnéticos de los Planetas más lejanos. Luego, en 1988, pusieron rumbo a la Heliopausa, la línea divisoria entre el Sistema Solar y el Espacio Interestelar, a unas 106 UA del Sol.
Usando los datos del Voyager como base, Dmitriev y sus colegas los compararon con datos e investigaciones más recientes y hallaron evidencias asombrosas y coherentes de que, desde las más diminutas y frías lunas que giran en torno a los planetas más lejanos hasta el centro del Sol, la Heliósfera exhibe un comportamiento más excitado y turbulento que hace 20 años, fecha de las primeras mediciones del Voyager.
Los científicos rusos han estudiado exhaustivamente la Nube de Energía Interestelar, en especial Vladimir B. Baranov. La obra de Baranov sobre la Hidrodinámica del Plasma Interplanetario y la desaceleración del Viento Solar producida por el medio interestelar se ha publicado ampliamente en ruso. Baranov ha desarrollado un modelo matemático de la Heliósfera basado en datos del Voyager.
En una conferencia celebrada en 1999 en Moscú, científicos planetarios de Rusia, Europa y Estados Unidos examinaron el modelo de Baranov, que implica una correspondencia del 96% entre los datos del Voyager, la información más reciente de la NASA y la ESA, y las evaluaciones básicas de energía y espacio realizadas por Dmitriev, quien cree que nuestra Heliósfera permanecerá dentro de la Onda de Choque durante los próximos 3.000 años.
La Onda de Choque es más intensa en el borde anterior de la Heliósfera a medida que ésta avanza a través del Espacio Interestelar, así como la estela de un barco es más picada en la parte delantera, en el punto donde el casco corta el agua. Por lo tanto, la Onda de Choque impacta con más fuerza en las Atmósferas, climas y campos magnéticos de los Planetas Exteriores: Júpiter, Saturno, Urano y Neptuno.
Tanto en Urano como en Neptuno se han producido desplazamientos de los Polos Magnéticos, de una manera muy similar a lo que está empezando a ocurrir en la Tierra, según creen los científicos. Y las Atmósferas de ambos Planetas brillan con más luz y parecen estar calentándose, lo que ocurriría en el caso de nuevas aportaciones de energía.
Las Auroras Boreales, esos espectaculares fenómenos luminosos producidos por repentinas inyecciones de radiación en una Atmósfera, han empezado a aparecer en Saturno, que a fines de Enero del 2006 regaló a los astrónomos una tormenta eléctrica del tamaño de Marte, con relámpagos mil veces más fuertes que los que suelen darse en la Tierra. Por primera vez se han visto géiseres similares a los de Yellowstone en Enceladus, la luna de Saturno.
Júpiter está exhibiendo algunos de los efectos más pronunciados de la Onda de Choque. Su Campo Magnético ha duplicado su tamaño y en la actualidad se extiende hasta Saturno. Los Campos Magnéticos son, literalmente, Campos de Energía; para duplicar su tamaño, hace falta el doble de la cantidad de energía que los sostiene.
Desde la Tierra, el Campo Magnético de Júpiter, si fuera visible, parecería más grande que el Sol a simple vista. Se han producido Auroras Boreales entre Júpiter e Ío, su luna, que también ha exhibido una actividad volcánica sin precedentes. Pero el hallazgo más impresionante de todos tuvo lugar en Marzo del 2006, cuando se descubrió que Júpiter está generando una nueva Mancha Roja, en esencia, una tormenta electromagnética interminable, casi tan grande como la Tierra.
Los astrónomos le vienen siguiendo la pista a esta nueva Mancha Roja, conocida oficialmente como Óvalo BA, desde el año 2000, cuando tres manchas más pequeñas chocaron y se fusionaron, formando una nueva conflagración. El Óvalo BA ha crecido hasta alcanzar alrededor de la mitad del tamaño de la Gran Mancha Roja original de Júpiter, la tormenta más poderosa del Sistema Solar, que ruge desde al menos 300 años.
«Llevamos años monitorizando Júpiter para ver si el Óvalo BA se volverá rojo... y finalmente, parece que si», informa el astrónomo Glenn Orton, miembro del Laboratorio de Propulsión a Chorro (JPL) de Pasadena, California. Orton explica que la profundización del color rojo del Óvalo BA indica que está creciendo e intensificándose como tormenta. ¿De donde surge la energía que alimenta esta tormenta? El JPL no da ninguna respuesta a esta pregunta. Dmitriev y Baranov apuntan a la Onda de Choque, que lanza energía a la Atmósfera de Júpiter, lo que estimula tormentas eléctricas y la erupción de volcanes en sus satélites.
Los efectos de la Onda de Choque también empiezan a detectarse en los Planetas Interiores. La Atmósfera de Marte está volviéndose más densa y, por lo tanto, potencialmente más apta para la vida, puesto que una Atmósfera más densa ofrece mayor protección contra las radiaciones cósmicas y solares. La composición química y la calidad óptica de la Atmósfera de Venus está cambiando, volviéndose más luminosa, un buen indicio de un incremento de su contenido de energía.
Aunque el Sol se encuentra en el centro de la Heliósfera y, por lo tanto, es el punto más lejano de los efectos de la Onda de Choque, es mucho más susceptible a las infusiones de energía que los Planetas. Así como el agua no puede absorber agua y la tierra no puede absorber tierra, la masa derretida de energía del Sol no puede disipar y disolver energía con la misma eficiencia que los cuerpos materiales fríos y duros de los Planetas. Por lo tanto, incluso las primeras aportaciones relativamente pequeñas de la Onda de Choque ya están produciendo impactos significativos en el Sol.
Todo lo que perturba al Sol nos perturba a nosotros. Ese es el mensaje. Desde la perspectiva de Dmitriev, todos los Planetas, incluida la Tierra, se encuentran en un doble aprieto, puesto que reciben precipitaciones radiactivas tanto directa como indirectamente a través de los trastornos que éstas crean en Sol.
REACCIÓN DE LA BIÓSFERA
Sobre los efectos del paso hacia la Nube de Energía, escribe Dmitriev:
«Los efectos en la Tierra se encuentran en la aceleración del desplazamiento de los polos magnéticos, en la distribución vertical y horizontal del contenido de ozono, y en el aumento de la frecuencia y la magnitud de significativos acontecimientos climáticos catastróficos. Las respuestas adaptativas de la biósfera, y de la humanidad, a estas nuevas condiciones pueden generar una revisión total y global de la gama de especies y de la vida en la Tierra».El concepto de una biósfera autorregulada recuerda la Hipótesis Gaia, de James Lovelock, que sostiene que la Tierra se comporta de manera muy similar a un organismo vivo. Si, por ejemplo, la Biósfera se calentara repentinamente como resultado de la entrada en una Nube de Energía Interestelar, encontraría la manera de enfriarse, de la misma manera inconsciente y automática en que nuestros cuerpos se enfrían a través del sudor.
El mecanismo adaptativo de la biósfera ante un incremento de la temperatura podría ir de un aumento de la cobertura protectora de nubes para dar sombra a la Tierra frente a un Sol demasiado poderoso, hasta la detonación de un supervolcán, como la erupción del Lago Toba hace 74.000 años, que llevó al planeta a una Edad de Hielo.
Hay límites, desde luego, a la capacidad de la Biósfera para ajustarse con el objeto de mantener un cómodo statu quo. Y esa capacidad de compensar decrece a medida que se inhabilitan ciertos componentes clave de la biósfera, aquellos a los que Lovelock se refiere como «órganos vitales».
Utilizando sus conocimientos de minería, Dmitriev ha identificado un nuevo «órgano vital» de la Biósfera:
«Puesto que la Tierra es un organismo grande y muy organizado, cada una de sus unidades estructurales o territorios, tales como los sistemas montañosos, los ríos, las fallas tectónicas, los depósitos minerales, los yacimientos petrolíferos, etc., juegan un determinado papel funcional en su vida, y en sus conexiones con el mundo exterior. Por ejemplo, los depósitos de mineral de oro sostienen la estabilidad climática porque efectúan la conexión entre la actividad eléctrica de la atmósfera y la actividad eléctrica bajo la superficie de la Tierra».El hecho de que la capacidad del mineral de oro y otros metales de conducir calor y electricidad termine siendo vital para la ecología global es una de esas observaciones que nos hacen llevarnos la mano a la frente, es decir, retrospectivamente obvias. ¿Qué otra manera sería más natural para eliminar el exceso de energía de la atmósfera y la superficie de la Tierra que conducirla a través de la corteza hacia el manto del planeta?
El hecho más urgente es que se han extraído esos minerales de manera agresiva desde el comienzo de la revolución industrial, hace 150 años, que justamente también es la época en que tuvo comienzo la fase actual del Calentamiento Global. Dmitriev sostiene que, al quitar esos metales, hemos disminuido la capacidad de la Tierra de absorber el exceso de energía de la atmósfera. Ello, sin duda, podría ayudar a explicar parte del aumento de la severidad de las tormentas, puestos que están sobrecargadas por la energía proveniente de la Onda de Choque.
Entrevistado por Lawrence Joseph en Noviembre del 2005, Dmitriev dijo que la Catástrofe Global —que incluye huracanes, terremotos y erupciones volcánicas que se sincronizarán y amplificarán mutuamente— probablemente tenga lugar en unos pocos años, no en unas décadas.
Cambio de Polos (Parte 1)
Cambio de Polos (Parte 2)
Claro. De hecho, Dmitriev cree que esta Nube de Energía Galáctica es la causante de la actual Hiperactividad Solar que estamos viviendo, y para la cual no hay otra explicación...
ResponderEliminarA su vez, esta Hiperactividad Solar sería el causante del Calentamiento Global, y no la actividad humana, como nos quieren hacer creer. También en Marte se están derritiendo los hielos polares, y de esto no podemos echarle la culpa a las emisiones de CO2 de nuestros automóbiles e industrias.
Luce interesante el texto, de hecho, esta nube, por lo expuesto aquí, tiene relación con lo que algunos personajes han denominado el "rayo armonizador", una especie de descarga de energía, supuestamente proveniente del centro galáctico, que tendría consecuencias importantes para los seres vivos de este planeta, aparentemente no sólo biológicas sino también espirituales.
ResponderEliminar