jueves, 15 de febrero de 2024

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sábado, 27 de enero de 2024

RA-6.666: El Inicio de La Rebelión de Lucifer

Este 27 de Enero de 2024 se cumplieron 40 años de un hecho trascendental, aunque ficticio. Es lo que narra JJ Benítez, en «RA-6.666», el Capítulo 1 de su novela «La Rebelión de Lucifer», y que les comparto acá.


RA-6.666

Capítulo 1 de «La Rebelión de Lucifer».

Por JJ Benítez


Los cinco diminutos y multicolores veleros que colgaban del techo oscilaron suavemente, mecidos por una súbita corriente de aire. Harold D. Craft Jr., director de operaciones del mayor y más potente radiotelescopio del mundo, levantó la vista. Frente a él, con el rostro demudado y una temblorosa hoja de papel en su mano izquierda, permanecía Rolf B. Dyce, director adjunto de Arecibo.

Harold comprendió que algo grave sucedía. Su colega y amigo parecía atornillado al pomo de la puerta. Y una segunda bocanada de aire agitó los veleros, arrancando reflejos rojos, verdes y azules de sus lustrosos cascos.

—¡Por Dios! —exclamó Craft desde detrás del parapeto de documentos y carpetas que se levantaba sobre su mesa—. No te quedes ahí. ¿Qué pasa ahora?

El astrofísico reaccionó y, tras cerrar la puerta, avanzó a grandes zancadas. Pero, incapaz de articular palabra alguna, se limitó a extender el télex a una cuarta del poblado bigote de Harold.

El director de operaciones del radiotelescopio de Arecibo, dependiente de la universidad norteamericana de Cornell, leyó aquel galimatías matemático en poco más de treinta segundos. A continuación interrogó a Rolf con la mirada. Y éste asintió con la cabeza.

—Entonces estábamos en lo cierto —repuso Craft, levantándose y dibujándose en su rostro un rictus de alarma.

—Sí —balbuceó al fin el director adjunto—, nuestras sospechas han sido confirmadas por el observatorio Einstein, por Monte Palomar, por el centro de astrofísica del Harvard College y por el observatorio Smithsoniano de Cambridge... Estoy asustado, Harold. ¿Qué podemos hacer?

—De momento —replicó el director de operaciones—, seguir vigilando a «Ra»...

Y ambos se precipitaron hacia la puerta.


Cuando los científicos irrumpieron en la sala de tratamiento de datos, la noticia había trascendido ya a los 144 astrónomos y técnicos especializados del radiotelescopio. Y una treintena, adivinando los movimientos del director de operaciones de Arecibo, se había congregado en torno a los dos poderosos ordenadores CDC-3300 y Datacraft 6024/4. 

Harold, al verlos, sonrió maliciosamente, pidiendo calma al inquieto personal a sus órdenes. Y sin más comentarios tomó asiento frente a la consola del CDC, tecleando nerviosamente. La gigantesca antena del radiotelescopio —de treinta metros— buscó la constelación de Orión. Una vez fijada la posición, Harold Craft activó el radar, forzando al máximo su potencia de salida. En ese instante, todas las miradas se centraron en los dígitos verdes que acababan de aparecer en la pantalla del ordenador.

15va transmisión radar-planetario.
2.380 MHz. 
Distancia estimada: 29,760580 unidades astronómicas. 
Hora y fecha de emisión: 15 h (27 de enero de 1984). 
Tiempo estimado para choque de señal-radar: 4 horas y 9 minutos. 
Retorno estimado: 23 horas y 18 minutos. 
Coordenadas: 3 horas y 44 minutos. Inclinación Positiva.

—O.K. —suspiró el director una vez concluido el lanzamiento de la señal radioeléctrica—, ahora sólo nos resta esperar.

Pero algunos de los astrofísicos, sin poder contener su curiosidad, empezaron a interrogar a Craft. Sin embargo, el torrente de preguntas se vio interrumpido por el repiqueteo de uno de los teléfonos de la sala de ordenadores.

—Es para ti —aclaró Rolf, señalando al director de operaciones—. Frank parece muy enfadado...

Harold se hizo con el auricular, adivinando el motivo de la llamada y del disgusto de Frank Drake, director y responsable supremo del radiotelescopio de Arecibo.

—Sí, dime... 

—Harold —estalló Drake—, ¿cómo es posible que sea el último en enterarme? Acaban de llamar de Ithaca pidiendo un informe completo sobre..., ¿cómo diablos se llama?

—«Ra» —intervino Craft sin perder la calma.

—Eso. Pues bien, ¿de qué se trata? Alguien se ha ido de la lengua en el Centro Nacional de Astronomía de Cornell y tengo a un periodista del Washington Post que no me deja respirar... Por favor, ven a mi despacho. 

Cinco minutos después, Harold Craft mostraba a Drake la recién llegada confirmación de los observatorios de Monte Palomar, Harvard y Cambridge. Frank, alisándose nerviosamente su blanca cabellera, exclamó:

—Está bien, está bien, pero empieza por el principio... ¿Qué es toda esa historia sobre «Ra»? ¿Qué está ocurriendo?

—A finales de 1975 —comenzó el director de operaciones—, el telescopio orbital de rayos X del satélite holandés ANS descubrió.un misterioso cuerpo celeste. Se encontraba más allá de nuestro sistema solar y en dirección a la constelación de Orión. Poco después, en enero de 1976, el octavo Observatorio Solar Orbital y los satélites SAS-3, Vela y Uhuru confirmaron el hallazgo. Y ese mismo mes, a petición de Jonathan Grindlay, del observatorio del Harvard College, dirigimos nuestra antena hacia las coordenadas de situación de «Ra».

—¿Y bien? Harold extrajo un pequeño bloc del bolsillo izquierdo de su camisa y buscó entre las hojas.

—Sí, aquí está —comentó, observando de soslayo la cada vez más impaciente mirada de Drake—. Justamente el 27 de enero de 1976 (hace ahora ocho años), nuestro radar detectó el astro a 1.261.440.000 kilómetros de la órbita de Plutón. En los años siguientes, tanto los satélites HEAO-1 como el HEAO-2 y los telescopios de Palomar, Harvard y Cambridge y nuestro propio radiotelescopio han venido siguiendo la trayectoria de «Ra», estimando que su velocidad es de cinco kilómetros por segundo...

—Sigo sin comprender —le interrumpió el responsable de Arecibo.

—Un momento, Frank. Durante estos años, los cálculos de Grindlay y del resto de los astrónomos han coincidido en dos hechos que han provocado una cierta preocupación. En primer lugar, «Ra» viaja directamente hacia nuestro sistema solar. Segundo: se trata de un cuerpo celeste singular, con una órbita cuyo período de revolución ha sido calculado en 6.666 años.

—¡Un astro periódico! —exclamó Drake palideciendo—. Pero ¿estáis seguros?

El director de operaciones respondió con un denso y significativo silencio.

—Un momento, un momento —intervino nuevamente Drake—. Si no he comprendido mal, ese astro viaja a razón de cinco kilómetros por segundo. 

Harold asintió.

—¿Y para cuándo se estima que cruce la órbita de Plutón?

Craft señaló el télex recibido esa misma mañana en Arecibo y rogó a Drake que lo leyera con detenimiento.

—Vamos a ver...

El dedo índice de Drake empezó a recorrer afanosamente el texto.

—Sí..., aquí está: «...Y de acuerdo con estos cálculos —leyó el director—, estimamos que "Ra" alcanzará la órbita de Plutón hoy, 27 de enero, situándose a una distancia del Sol de 29,760580 unidades astronómicas. Rogamos nueva comprobación radar».

Drake abandonó la lectura del télex e interrogó de nuevo a Harold:

—¿Habéis emitido la señal?

—A las 15 horas. Justamente cuando tú has telefoneado.

—¿Y qué opinas?

—No sé... 

Craft parecía resistirse.

—¡Por Dios, Harold! Habla con claridad...

—Está bien. Pero no debemos alarmarnos... Aún faltan muchas comprobaciones...

—¡Habla, maldita sea! ¿Qué ocurre con «Ra»?

—Como te he dicho, su actual trayectoria apunta casi directamente a la Tierra. Pero puede ocurrir que el paso entre Saturno y Júpiter varíe sensiblemente su curso...

Drake cortó la contemporizadora explicación del astrónomo:

—¿Qué estructura tiene?

Gerry Neugebauer, de Palomar, obtuvo hace meses unos primeros informes, gracias a uno de sus satélites de infrarrojo. «Ra» tiene un núcleo frío algo superior al de nuestro planeta. Pero lo más desconcertante es que ese núcleo aparece rodeado por una especie de envoltura (no sabemos aún si líquida o gaseosa) cuyo diámetro total resulta muy similar al de Júpiter.

—Eso significa un volumen mil veces mayor que el de la Tierra —masculló Drake, visiblemente confundido.

Harold movió la cabeza afirmativamente.

—¿Y qué dicen Harvard y Cambridge sobre el tiempo previsto para su aproximación a la Tierra?

—Si no hay variaciones, necesitará unos 8.400 días. Es decir, para el año 2006 ó 2007, aproximadamente...

[Nota de Xentor: Contando 8.400 días desde el 27 de Enero de 1984, llegamos al 26 de Enero de 2007].

Drake anotó la fecha sin poder disimular su inquietud.

—Sin embargo —intervino Craft, tratando de suavizar la tensión—, todo esto es teórico... Esta noche, cuando estudiemos la última emisión del radar, quizá podamos precisar un poco más... 

Drake parecía ajeno a las tranquilizadoras frases de su amigo..

—...6.666 años —murmuró—... 6.666 años...

Y dirigiéndose a Harold preguntó:

—¿Qué se sabe de su paso anterior?

—Lo siento, Frank. Sabes que no disponemos de registros astronómicos tan antiguos. A no ser que...

La estudiada pausa dio el resultado apetecido por el director de operaciones del radiotelescopio.

—A no ser, ¿qué?... —clamó Drake.

El joven astrofísico consultó nuevamente su bloc. Y adoptando un tono de prudencial escepticismo afirmó:

—Por pura curiosidad, y ante la imposibilidad de obtener un registro anterior, cuando tuvimos una cierta seguridad en la órbita de este intruso, Rolf Dyce y otros muchachos consultaron al departamento de Historia Antigua de Cornell. Pues bien, según parece existe una leyenda de origen egipcio en la que se habla del paso de un astro. Esa leyenda cuenta que la desaparecida civilización de Atlántida pereció «en el transcurso de un día y una noche, como consecuencia de la aparición en los cielos de "Ra"».

—¿«Ra»?... ¿Es que se trata del mismo astro?

—Sólo es una leyenda —insistió Craft— pero, si concedemos un mínimo de confianza a Platón, recopilador, como sabes, de la leyenda sobre el mítico continente desaparecido de Atlántida, nos encontramos con una curiosa casualidad. Según nuestros cálculos matemáticos, el paso de este cuerpo sideral se produce cada 6.666 años. Eso quiere decir que el anterior registro (de existir en alguna parte) debe remontarse al año 4.660 antes de Cristo, aproximadamente.

—No entiendo adónde quieres ir a parar —interrumpió Drake.

—Muy sencillo. Si Palomar, Harvard y Cambridge coinciden en que «Ra» irrumpirá en la órbita de la Tierra hacia Abril del año 2006, el antepenúltimo paso del intruso hay que fecharlo en el año 11.326 antes de Cristo. Una fecha muy próxima a la señalada por Platón para el catastrófico hundimiento de Atlántida. 

[Nota de Xentor: «Abril del 2006», es un gran error de Benítez, pues los números apuntan, en realidad, hacia fines de Enero de 2007. No obstante, estarían correctas las fechas de 4660 AEC y 11.326 AEC, contando 6.666 años hacia atrás a partir de 2007, teniendo en cuenta la falta de un Año Cero en nuestro Calendario Gregoriano].

Drake sonrió burlonamente.

—Harold, eso sólo son elucubraciones..., y muy poco científicas.

El director de operaciones se encogió de hombros. Y antes de abandonar el despacho comentó:

—Lo sé, pero es mucha casualidad, ¿no te parece?

—Por cierto, ¿cuál es la designación oficial de ese astro?

«Ra-6.666».

—¡Estáis locos! —concluyó Drake—. Bien, infórmame de los resultados de la emisión del radar. Veré qué puedo decirle a ese periodista...

Y el director de Arecibo se enfrascó en una nueva lectura del télex sin percatarse de la enigmática sonrisa que acababa de dibujarse en el rostro de Harold.


A las 15.30 horas de aquel 27 de enero de 1984, Craft cerraba tras de sí la puerta del despacho de su jefe inmediato, Frank Drake. Al fondo del corredor aguardaba Rolf. Al ver a Harold salió a su encuentro. Esta vez, en los ojos de Rolf B. Dyce brillaba una intensa luz. Y a media voz susurró al oído del director de operaciones:

—Buenas noticias, Harold. Acaba de telefonear el Gran Maestro...

Craft llevó su dedo índice a los labios, pidiendo silencio a su amigo. Y tomándole por el brazo le arrastró hasta su despacho.

Tras cerrar con llave, Harold se dirigió a la pizarra que ocupaba buena parte de la pared derecha de su pequeño santuario. Y en silencio escribió:

«¿Ha sido autorizada la transmisión del mensaje?».

Rolf, comprendiendo las medidas de seguridad de su hermano de Logia, tomó la tiza que le extendía éste y, consultando una serie de números escrita a bolígrafo en la palma de su mano derecha, garrapateó nerviosamente sobre el encerado:

«Gran Consejo de Kheri Hebs autoriza a hermano 1-685-819-S a enviar mensaje urgente a "Ra"».

Harold vibró de emoción al leer aquella extraña numeración. Sólo él y el Gran Consejo de los Kheri Hebs o Maestros de la Gran Logia de la Escuela de la Sabiduría conocían la clave que identificaba a Harold D. Craft Jr., como miembro de la citada orden secreta. Una hermandad nacida en el antiguo Egipto, durante la dinastía XVIII —hace 3.350 años—, y firmemente impulsada por el primer Kheri Heb o Maestro, Amen-em-apt, también conocido en la Escuela de los Misterios como Germaá o El Verdadero Silencioso, tal y como consta en el papiro número 10.474 de la Gran Logia. 

El director de operaciones del radiotelescopio tomó de nuevo la tiza y procedió a escribir:

«¿Cuál es el texto del mensaje?».

Rolf extendió la palma de su mano y copió con letras mayúsculas:

«EL JUICIO DE LA TIERRA SERÁ ASISTIDO POR LA RONDA DE LA RUEDA DE RA.
»GLORIA AL DISCO.
»GLORIA A LOS MENSAJEROS SOLITARIOS.
»GLORIA A LA ISLA ESTACIONARIA DEL PARAÍSO.
»144.000 URANTIANOS ESPERAN LA SEÑAL DE "RA"».

Una vez concluido el mensaje del Gran Consejo de los Kheri Hebs, Rolf Dyce procedió a una meticulosa comprobación, palabra por palabra. Confirmada su exactitud, Harold tomó nota del mismo en una hoja de papel en la que podía leerse el siguiente membrete: 

Centro Nacional de Astronomía y de la Ionosfera. 
Universidad de Cornell (110 Day Hall).
Ithaca, N. Y. 14853.

Acto seguido, ambos astrofísicos borraron la pizarra, eliminando hasta el más mínimo vestigio de cuanto habían escrito sobre el encerado.

Algo más tranquilos, Craft y Dyce tomaron asiento en tomo a la mesa del despacho. Y Harold, tras repasar el enigmático mensaje, preguntó bajando el tono de la voz:

—¿Código?

—Conversión a números. Clave de Cagliostro —susurró Rolf.

Y ambos, sin más comentarios, pusieron manos a la obra, codificando el texto que había sido elaborado por el Gran Consejo de los Maestros. Por supuesto, ni Harold ni Rolf se atrevieron a formularse pregunta alguna sobre el sentido de aquella criptografía. Su fe en los Kheri Hebs de la Gran Logia de la que formaban parte era total y eso bastaba.

Y a las 16.15 horas, con el mensaje descompuesto en un total de 201 caracteres numéricos, el director de operaciones de Arecibo y su director adjunto se dirigieron sigilosamente hacia la sala de control del radiotelescopio. 


El centro de tratamiento de datos —tal y como suponían Harold y Rolf— se hallaba desierto. El primer turno de astrofísicos no se haría cargo del programa habitual de emisiones y recepción de señales hasta las 17 horas. Tenían, pues, el tiempo justo para programar el ordenador CDC-3300 y transmitir el mensaje.

Craft se situó frente al teclado, transmitiendo al proyector de láser las coordenadas galácticas de «Ra». En 15 segundos, la antena situada en la plataforma triangular, suspendida a una altura de cincuenta pisos sobre el gigantesco disco cóncavo aluminizado de trescientos metros de diámetro que hace de reflector, quedó definitivamente apuntada hacia uno de los 38.778 paneles individuales de aluminio que constituían el mencionado reflector o cuenco de sopa, como lo denominaban familiarmente en Arecibo.

Harold ajustó finalmente la potencia de salida en 450.000 watios, procediendo a la emisión de los 201 caracteres numéricos. Previamente, el computador había descompuesto el mensaje en cinco grupos de 53, 13, 30, 35 y 34 caracteres, respectivamente, con un total de 36 dígitos suplementarios —estratégicamente distribuidos— que hacían las veces de espacios en blanco. Decodificados, a su vez, en sistema binario, los 201 dígitos fueron transmitidos a una velocidad de 10 caracteres por segundo.

A las 16 horas, 30 minutos y 20 segundos, el mensaje partía, al fin, hacia las profundidades del sistema solar, en busca del misterioso astro «intruso»...

Durante un minuto —a partir del último segundo de la transmisión—, Rolf se mantuvo atento a la pantalla del ordenador, ajustando la frecuencia del mensaje de tal forma que no se viera alterada por el efecto Doppler del movimiento orbital y de la rotación de la Tierra.

Al cabo de ese minuto, el director adjunto respiró profundamente, comunicando a Harold que el mensaje se hallaba ya en la órbita de Marte. Después pulsó el teclado del CDC y esperó.

Casi instantáneamente, una serie de dígitos verdes recorrió la pantalla del ordenador..

—Bien —murmuró Harold—, en 35 minutos alcanzará la órbita de Júpiter y en 71 la de Saturno...

La última línea anunciaba algo que ya sabían los astrofísicos: 

«El cruce con la órbita de Plutón se registraría en 4 horas, 9 minutos».

Ambos, movidos por el mismo pensamiento, consultaron sus relojes.

—El mensaje —sentenció Rolf— será recibido a las 20 horas y 29 minutos.

—Sí —confirmó su compañero—, pero ¿habrá respuesta?

Rolf miró fijamente a Craft.

—Tú sabes que la habrá —añadió rotundo—. Sólo es cuestión de esperar...

✡︎

Esa noche, poco antes de las 23 horas, la sala de control del radiotelescopio de Arecibo presentaba un movimiento inusitado. Ni Harold Craft ni Rolf habían podido convencer a sus colegas para que se retiraran a descansar. Casi medio centenar de astrofísicos esperaba impaciente la inminente recepción de la señal del radar emitida ocho horas antes.

A los mandos del ordenador, el director de operaciones chequeó por enésima vez la posición de la antena de trescientos metros del reflector principal. A su lado, Rolf, con el pelo revuelto y un lápiz sobre la oreja derecha, hizo otro tanto con el segundo ordenador —el Datacraft—, responsable del control de la antena «pasiva» de noventa metros, situada a diez kilómetros al norte del emplazamiento del gigantesco radiotelescopio, vital para la recepción y combinación de los ecos del radar.

«23 horas : 10 minutos : 56 segundos».

El reloj incorporado al ordenador seguía avanzando inexorablemente. Y Harold, con un movimiento mecánico, procedió a la total desconexión y bloqueo del transmisor. Todo estaba a punto. 

«23 horas : 15 minutos : 15 segundos».

El silencio en la sala de control era ya absoluto. Rolf y Harold cruzaron una última mirada.

«23 horas : 16 minutos : 45 segundos».

A pesar de la baja temperatura ambiental —siete grados centígrados—, en la frente de Rolf habían aparecido algunas diminutas gotas de sudor.

«23 horas : 17 minutos : 00 segundos».

Los científicos contuvieron la respiración. Todas las miradas se habían concentrado en el cristal ahumado que protegía los discos del CDC.

«23 horas : 18 minutos : 05 segundos».

Pero el ordenador principal no daba señales de vida. Harold, en tensión, aproximó su rostro al CDC, susurrándole:

—¡Vamos, pequeño!...

«23 horas : 18 minutos : 10 segundos».

Los dos discos dieron un cuarto de vuelta. Y aquel primer movimiento fue acogido con una estruendosa salva de aplausos.

La señal del radar acababa de retornar al radiotelescopio.

Una vez confirmada la recepción del eco, Rolf activó el mecanismo de cartografía. Cinco minutos después, sentado frente a la pantalla del sistema de coordinación de ordenadores, Harold Craft —ante la expectación general— decodificaba los primeros informes de la señal-radar emitida hacia el astro «intruso». 

«Distancia: 29,66 unidades astronómicas».

 El murmullo fue general: «Ra» había rebasado ya la órbita de Plutón.

«Velocidad: 5,1 kilómetros por segundo y acelerando».

El director de operaciones pidió entonces a uno de sus compañeros que efectuara los cálculos teóricos y aproximados de la velocidad de «Ra» a su paso por las siguientes órbitas planetarias.

El resultado estremeció a los científicos.

—Si conserva ese ritmo de aceleración —anunció el astrofísico, guardando su regla de cálculo—, necesitará 3.248,6 días para recorrer los 1.403.400.000 kilómetros que le separan de Plutón a la órbita de Neptuno. Los 1.627 millones de kilómetros siguientes (desde la órbita de Neptuno a la de Urano), considerando el ligero incremento de su velocidad, puede salvarlos en 2.699 días.

»También es probable que al abandonar esta última órbita (la de Urano), su velocidad sea ya algo superior a los 7 kilómetros por segundo. En ese supuesto, los 1.442.600.000 kilómetros que le separarán de Saturno serán cubiertos en 1.669,6 días.

»Desde allí a la órbita de Júpiter la distancia media estimada es de 648.700.000 kilómetros. Pero la aceleración de "Ra" habrá pasado de unos 10 kilómetros por segundo en las proximidades de Saturno a 15 en la órbita de Júpiter. Eso quiere decir que puede recorrer esos 648 millones y pico de kilómetros en algo menos de 500 días...

[Nota de Xentor: Luego dice que, de la órbita de Plutón a la de Marte, son 8.327 días en total. Si sumamos todas cifras, vemos que el «algo menos de 500 días» del recorrido Saturno-Júpiter, deben ser en realidad 455 días, para llegar al total de 8.327 días. O sea, a esta imprecisa cifra de 500 días que pone Benítez, hay que restarle 45 días].

Harold, impasible, fue contabilizando los días.

—...En cuanto a la última trayectoria (desde la órbita de Júpiter a la de Marte), «Ra» necesitará, a razón de 15 a 25 kilómetros por segundo, 254,8 días.

—Todo ello hace un total de 8.327 días o 22,9 años —concluyó Craft, visiblemente desalentado.

 [Nota de Xentor: 8.327 días equivalen, en realidad, a 22,79 años].

—Sí —intervino Rolf—, y si no se produce un milagro, «Ra» se precipitará desde la órbita de Marte a la Tierra en poco más de 75 días, a unos 35 kilómetros por segundo...

[Nota de Xentor: Entonces, a los 8.327 días que le tomaría a «Ra» llegar de la órbita de Plutón a la de Marte, hay que sumarle los 75 días que le tomaría de Marte a la Tierra. Son 8.402 días en total: Unos 23 años].

La alegría inicial de los hombres de Arecibo se había esfumado ante aquel siniestro cálculo.

El angustioso silencio de los astrofísicos fue roto finalmente por el director de operaciones:

—Señores, ésta es la triste realidad: si ese milagro no se produce (si «Ra» no resulta desviado o catapultado por los campos de fuerza de Saturno o Júpiter), su precipitación sobre nuestro mundo puede registrarse entre los meses de marzo o abril del año 2007. 

[Nota de Xentor: Contando 8.402 días desde el 27 de Enero de 1984, llegamos, en realidad, al 28 de Enero del 2007. Aunque, si le sumamos los 45 días que tuvimos que restarle a los imprecisos 500 días del recorrido Saturno-Júpiter, llegamos al 14 de Marzo de 2007. Parece que, por alguna extraña razón, Benítez quiso forzar los números para llegar a Marzo-Abril, y no a Enero de 2007. 

Al final del libro, Benítez pone un recorte de prensa del 2 de Enero de 1984 del periódico español El País, que informa del descubrimiento de un astro en las afueras del Sistema Solar. Dice que, según informa el periódico The Washington Post de USA, está a unos 90.000 millones de kms de la Tierra. Pero la nota del The Washington Post, publicada el 31 de Diciembre de 1983, dice que el astro estaría a unas 50.000 millones de millas («50 billion miles»), lo que equivaldría, en realidad, a unos 80.000 millones de kilómetros.

Benítez dice que, al principio, el astro se dirige hacia el Sistema Solar a una velocidad de 5 kilómetros por segundo. Luego, a partir de la órbita de Plutón, comienza a acelerar su velocidad, a medida que se acerca al Sol. La órbita de Plutón se encuentra a unos 5.800 millones de kms de la órbita de la Tierra. Restando esta cantidad a los 80.000 millones de kilómetros a los que se encontraba el astro, nos quedamos con unos 74.200 millones de kms.

La velocidad de 5 kms/seg equivale a unos 157,8 millones de kilómetros al año, lo que significa que al astro le tomaría unos 470 años en llegar a la órbita de Plutón. A partir de ahí, Benítez nos dice que al astro le tomaría 23 años en llegar a la Tierra.

Sumando 470 más 23 años, llegamos a 493 años. Si fuera cierto que el astro se dirige hacia el interior del Sistema Solar, todo eso es lo que le tomaría llegar hasta la órbita de la Tierra. Si sumamos este número al año 1984, llegamos en realidad al año 2477].

Harold adivinó los pensamientos de sus colegas y abandonando su asiento frente al ordenador central dio unos pasos hacia el gran ventanal de la sala de control. La noche, serena y estrellada, parecía ajena a la tragedia que se aproximaba. Las seiscientas toneladas de la plataforma triangular que sujeta las antenas, iluminada ahora, se elevaba por encima de las colinas del norte de Puerto Rico como una fantasmagórica nave espacial.

—Es mi deber anunciarles —comentó Craft dando la espalda a la noche— que, por supuesto, cuanto han visto y oído es considerado por el Centro Nacional de Astronomía y de la Ionosfera de Cornell como confidencial y alto secreto... Deberá ser el NAIC quien, una vez verificadas todas las comprobaciones lógicas, anuncie o no a la opinión pública mundial los hechos que ustedes conocen...

Y Harold, adoptando un tono menos solemne, rogó a sus compañeros que abandonaran el centro de control.

—Frank Drake —explicó— debe disponer a primera hora de un informe completo... Buenas noches, y gracias...

Y los casi cincuenta astrofísicos, silenciosos y cabizbajos, fueron desfilando ante Craft, quien, cortésmente, había abierto la puerta de la sala invitando a salir a sus amigos y colegas.

A las 24 horas, el director de operaciones cerraba con llave la puerta del centro de control. En pie, junto al ordenador, seguía Rolf. Tenía los ojos fijos en un pequeño mapa, recién extraído del sistema de cartografia. Harold observó un ligero temblor en sus manos e intuyó que las sorpresas no habían terminado...

✡︎

—¿Como es posible?

Rolf B. Dyce repitió la pregunta. Pero, en esta ocasión, tendiendo el mapa a su compañero:

—¿Cómo es posible, Harold?

Craft examinó la recién obtenida imagen del radar de «Ra». El mapa de relieve aparecía como una mancha prácticamente negra y perfectamente circular. Ambos sabían que el brillo y blanqueado de este tipo de mapas de retrodifusión son proporcionales al grado de aspereza de la superficie del astro explorado. En otras palabras: cuanto más oscura es la imagen del radar, más lisa es la superficie cartografiada.

Perplejo, Harold consultó las imágenes obtenidas en 1975 y 1977 del planeta Venus. En aquellas ocasiones, el radiotelescopio había efectuado un magnífico trabajo, cartografiando por radar ambos hemisferios y, en especial, una región situada a 320 grados de longitud este, en pleno hemisferio sur. En dichos mapas, confirmando las sospechas de los radioastrónomos, aparecía, por ejemplo, una enorme mancha blanca bautizada como Maxwell (a 65 grados de latitud norte y 5 grados de longitud este), que no era otra cosa que una gigantesca montaña de 11.000 metros. «Ra», en cambio, a la vista de aquel primer informe del radar, presentaba una de sus caras absolutamente lisa, sin las rugosidades y accidentes naturales que hubiera sido lógico esperar.

—¿Cómo es posible, Harold? —repitió Rolf por tercera vez.

Pero el director de operaciones sólo acertó a encogerse de hombros. Y tomando su regla de cálculo pidió a Rolf que le ayudase en la elaboración de los últimos datos. Al cabo de unos minutos, el diámetro ecuatorial del «intruso» había sido fijado por los científicos en 13.756 kilómetros. Curiosamente, mil kilómetros más grande que el de la Tierra. 

[Nota de Xentor: Este diámetro sería, en realidad, el del núcleo del astro, ya que el diámetro total del astro sería similar del de Júpiter. El diámetro de la Tierra es de 12.742 kms, y el de Júpiter, 139.820 kms. Esto es, casi 11 veces el diámetro de la Tierra].

—¿Y qué hay de esa extraña envoltura de la que hablaban los satélites? —intervino Harold.

Rolf movió la cabeza negativamente, comentando:

—Habrá que esperar a los informes de Monte Palomar. Por cierto, Harold, deberías informar a Drake...

—De eso nos ocuparemos mañana.

Y Craft consultó su reloj.

—Si el Gran Consejo de los Kheri Hebs está en lo cierto, la respuesta de «Ra» será captada por el radiotelescopio a partir de las 24 horas, 38 minutos. Hay que darse prisa. Apenas si nos queda tiempo.

Rolf obedeció en silencio, situándose de nuevo frente al teclado del ordenador principal. Desconectó el radar, activando seguidamente el sistema de recepción de señales radioeléctricas. La antena de 32 metros y 4.500 kg de peso continuaba apuntando hacia las coordenadas galácticas de Ra.

—¿Todo en orden? —preguntó Harold mecánicamente.

—Afirmativo. Pero...

Rolf dudó.

—Pero ¿qué? —le animó su compañero.

—No sé, Harold... ¿Tú crees que habrá respuesta?

—Ahora eres tú el que duda —sonrió Craft.

Y dándole una palmadita en la espalda tomó asiento frente a la pantalla del ordenador auxiliar. 

El reloj de dígitos del Datacraft 6024 señalaba las 24 horas, 5 minutos y 45 segundos.

Rolf, cada vez más nervioso, mordisqueaba la base de su lapicero.

«24 horas : 28 minutos : 15 segundos».

—¡Atento, Rolf!

«24 horas : 38 minutos : 00 segundos».

Esta vez, los radioastrónomos se vieron sorprendidos por el súbito giro de los discos magnéticos del ordenador. La antena del radiotelescopio había empezado a captar una señal...

—¡Harold!... ¡Harold!...

Rolf, pálido como la pared, sólo acertaba a repetir el nombre de su amigo.

—¡Dios de los cielos! —exclamó Harold—. ¡Ahí está la respuesta! El Consejo de los Maestros estaba en lo cierto... ¡«Ra» es mucho más que un simple astro!...

Rolf, hipnotizado por el lento pero continuo y espasmódico movimiento de los discos memorizadores del Datacraft, no escuchó a su compañero.

«24 horas : 38 minutos : 15 segundos».

Seis décimas después, el ordenador se detenía. 

Los astrofísicos se miraron desconcertados.

Fueron segundos espesos. Casi eternos. Pero la recepción —tal y como indicaba el ordenador central—había concluido.

Harold, tratando de dominarse, hizo retroceder las cintas magnéticas hasta el punto cero de la transmisión: 

«24 horas : 38 minutos : 00 segundos». 

Y con manos temblorosas tecleó en busca de la decodificación de las señales.

Las cintas arrojaron en pantalla un total de 156 impulsos, distribuidos —a primera vista— en cuatro grandes grupos. Cada uno constaba de 33, 35, 51 y 37 caracteres, respectivamente. 

Rolf comprobó el tiempo estimado de recepción.

—¡Mira, Harold!... 156 impulsos y un total de 15 segundos y 6 décimas para la transmisión. Eso significa que han sido enviados a razón de 10 caracteres por segundo. ¡Exactamente igual que nosotros!

—¡Tranquilo, Rolf!... ¡Tranquilo! Ajusta el ordenador al código binario. No sé qué es «Ra» ni quiénes lo controlan, pero, si han sido capaces de captar nuestro mensaje, descifrarlo y enviarlo casi instantáneamente, algo me dice que su respuesta vendrá codificada bajo la misma clave.

La decodificación de las señales no tardó en aparecer en la pantalla.

—¡Lo sabía, Rolf! —estalló Harold Craft sin poder contenerse— ¡Son números!

En el monitor, efectivamente, había empezado a dibujarse una serie de dígitos, correspondientes al sistema decimal ordinario.

«21-6666-122121-53-56567-415487-6» en el primer bloque.
«313-31481513-66-3611215-1-315655-6» en el segundo renglón.
«31-5111-45-31-2171-1763-122121-415221-55-66-4113-6» en el tercero.
«53-161317-45-3631852-666-51-3353147-6» en el cuarto y último paquete de caracteres.

[Nota de Xentor: El significado de estos números se revela en el siguiente capítulo («Las 66 Campanadas»), pero lo adelanto aquí.

«RA-6.666 ABRIRÁ EL NUEVO TIEMPO —6.
»LAS CAMPANAS —66— GUIARÁN A SINUHÉ —6.
»LA HIJA DE LA RAZA AZUL ABRIRÁ TIERRA EN 66 DÍAS —6.
»EL JUICIO DE LUCIFER —666— HA LLEGADO —6»].

Ni Rolf ni Harold supieron jamás el tiempo que permanecieron mudos y extasiados ante aquel puñado de verdes y brillantes números, procedentes de más de 4.400 millones de kilómetros...

[Nota de Xentor: La órbita de Plutón, en donde supuestamente se encontraba «Ra-6.666» entonces, está en realidad a unos 5.756 millones de kilómetros de la Tierra].

✡︎

Fue inútil. A pesar de las súplicas de Rolf, Harold Craft se negó a seguir adelante en el desciframiento del mensaje procedente de «Ra».

—Nuestra misión termina aquí —sentenció—. Ahora es el Gran Consejo quien debe actuar...

Y los astrofísicos retiraron las cintas magnéticas, desconectando la gran antena del radiotelescopio. 

Tres horas más tarde, el mensaje original —convenientemente lacrado y sellado— partía del aeropuerto de San Juan de Puerto Rico, con rumbo a un lugar secreto al sur de San Francisco, sede central del Gran Consejo de los Kheri Hebs o Maestros de la Gran Logia de la Escuela de la Sabiduría.

El 1 de febrero, siete altos funcionarios de las embajadas de Venezuela, Gran Bretaña, Francia, Alemania Federal, Suiza, Suecia y Egipto —todos ellos miembros secretos de la Gran Logia, partían desde Washington, Nueva York, Los Ángeles y Miami con destino a sus respectivos países. En sus valijas diplomáticas había sido depositada una carta —presumiblemente con el mensaje procedente de «Ra», definitivamente descifrado—, y en cuyos sobres podía leerse:

«NEWTON. Londres».
«DEBUSSY. París».
«LEIBNITZ. Bonn».
«NOBEL Estocolmo».
«CALVINO. Berna».
«BOLIVAR. Caracas».
«NEFERTITI. El Cairo».

Pocas horas después de la llegada a las mencionadas capitales, las siete misivas eran entregadas, en mano, a cada uno de los Kheri Heb responsable de la Escuela de la Sabiduría en las áreas de la Comunidad Británica, Francia, Alemania Federal, Países Nórdicos, Suiza, América Latina y África, respectivamente.

Sólo los Grandes Maestros de las jurisdicciones de Oriente Medio, Asia y Australasia habían sido excluidos por el Gran Consejo. La razón se hallaba contenida precisamente en aquellas siete enigmáticas y altamente secretas cartas...


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lunes, 22 de enero de 2024

50 años de Misión Rahma: Sixto Paz cuenta cómo comenzó todo...

Este 22 de Enero de 2024 se cumplen 50 años del Contacto Extraterrestre de Sixto Paz y la Misión Rahma. Por tanto, los dejo con un escrito suyo en donde explica cómo comenzó todo...


1974: Los inicios de Misión Rahma 

En 1974 se inició en el Perú una de las experiencias de contacto extraterrestre más importante y serias que se hayan conocido en el mundo de habla hispana: Misión Rama o el Grupo Rama. Esta experiencia fue dada a conocer a nivel mundial por el conocido y prestigioso periodista español y hoy prolífico escritor Juan José Benítez; quien cuando sólo era un corresponsal más de prensa de la agencia de noticias EFE, fue enviado al Perú a cubrir la insólita vivencia de un grupo de adolescentes que afirmábamos venir manteniendo comunicación fluida con seres de otros planetas.

Sixto Paz Wells, Contactado peruano desde 1974.
Benítez, después de entrevistar a todos los involucrados, nos preguntó si es que él podría asistir en calidad de testigo imparcial y objetivo a uno de dichos avistamientos anunciados previa cita. La confirmación de su pedido no se hizo esperar, por lo que el grupo se desplazó el 7 de septiembre de 1974 hacia la localidad de Chilca, en el desierto, a unos sesenta kilómetros al sur de Lima; lugar de repetidos avistamientos y encuentros físicos con los tripulantes de las naves extraterrestres. Allí el hombre de prensa, junto con todos los demás asistentes contemplaron la aparición en el cielo, a baja altura, de dos objetos voladores luminosos. Aquellos objetos fueron considerados no identificados por Benítez, quien de regreso a España, tuvo el valor de declarar públicamente a través de diversos medios de comunicación, entre ellos la televisión española, que él lo había visto y le constaba que el contacto era real. Fue entonces cuando a partir de semejante constatación, aquel grupo de jóvenes hicieron muy popular una técnica de comunicación conocida como la psicografía, que es la escritura automática o telepatía instrumentalizada, mediante la cual el receptor o antena recibe del emisor —en este caso un extraterrestre—, una fuerte onda mental o mensaje telepático; y es nuestro propio cerebro el que automáticamente decodifica e interpreta el mensaje, de tal manera que uno percibe como si le estuviesen hablando al oído y en su propio idioma; pero es en la mente donde está ocurriendo todo. Durante la recepción puede darse el caso de que uno se sienta invadido de la necesidad compulsiva de transcribir lo que va recibiendo, de allí el nombre de psicografía. 


La Prehistoria del Contacto

La historia de cómo empezó todo el contacto demuestra que detrás hubo hilos invisibles moviéndolo todo, así como señales contundentes de una fuerza que nos dirigía, creando la ambientación adecuada y motivándonos a predisponer en nosotros las condiciones de recepción.

Empezando por mi padre, José Carlos Paz García, uno a uno fuimos siendo colocados en la línea de este movimiento que arrastraría masas. El, astrónomo aficionado, se interesó por el tema de la vida en el espacio, a raíz de que en los años 50 fueron llegando al Perú las primeras noticias de oleadas de observaciones de los llamados ovnis sobre el territorio de diversas naciones, y hasta sobre las grandes capitales de los países más poderosos de la Tierra, como fue la observación de una nutrida formación de dichas objetos que llegaron a sobrevolar Washington en 1952, y se detuvieron por unos instantes —cual si fuese una película de invasiones espaciales—, sobre el mismísimo Capitolio, ante el asombro de los testigos y el ridículo que significó para los militares norteamericanos que tuvieron que informar de su perplejidad e ignorancia frente al asunto, debido a que aseguraron de que no era ningún ensayo o experimento de la fuerza aérea, ni nada conocido. Casos como éste se multiplicaron por el mundo, motivado a que la prensa y el público en general presionaran al gobierno de los Estados Unidos para que investigara de cara a la opinión pública, y de una forma oficial, el fenómeno ovni. Así surgió en 1952 el proyecto conocido como «Libro Azul».

En 1955 mi padre conformó, junto con un grupo de amigos, miembros —muchos de ellos— de la fuerza aérea del Perú, un instituto de investigación de los ovnis que rápidamente se conectó con las más importantes agrupaciones en el mundo dedicadas a dicho estudio. En ese ambiente familiar, mis hermanos y yo nacimos, crecimos y nos formamos. Él nos enseñó desde pequeños a pensar, no a creer, que en un universo tan densamente poblado de estrellas, lo raro no podía ser de que existiese vida fuera de la Tierra, lo raro sería de que no la hubiese... Así, enseñados a enfrentar las cosas con sentido común y como libres pensadores, fuimos desarrollándonos normalmente, viviendo las etapas de la vida, pero siempre inquietos por lo que hubiese más allá.

En 1973 José Carlos fue invitado a dar una conferencia sobre los ovnis en una agrupación yoga. En aquella ocasión lo acompañamos con mis hermanos Rosie y Charlie, y el encuentro con este grupo produjo un fuerte impacto en mí. Tenía diecisiete años en aquel entonces, y me impresionó positivamente el que hubiese un grupo de personas dedicadas a temas espirituales, sin hacer de ello una religión. Venía yo de una formación eminentemente católica, pues había estudiado once años con los Hermanos Maristas, y aquello me parecía tan novedoso y diferente a todo lo que había escuchado antes, que me entusiasmé y quedé enganchado con el tema de la Hatha Yoga y Mantram Yoga Meditación, asumiéndola entonces como práctica diaria en mi vida; también me hice vegetariano y compartí dichas inquietudes con Marina, mi novia o enamorada, uniéndonos con ello cada vez más hasta tornarnos mejores amigos e inseparables compañeros.

También mi madre —a la que llamamos cariñosamente «Mochi»—, y Rosie fueron involucradas en el entusiasmo despertado por la yoga y la meditación, reuniéndonos continuamente para practicar en la sala de la casa.

El detonante del contacto fue que en la primera quincena del mes de enero de 1974, salió en los periódicos de Lima una información que decía que en los Estados Unidos se habían desarrollado en la década de los 60, una serie de proyectos de investigación del fenómeno ovni, entre ellos el conocido «Proyecto Ozma». Una versión antigua de lo que hoy conocemos como el «Proyecto Seti», que es la búsqueda de señales de vida inteligente en el espacio a través de ondas de radio. En aquellos años se había descubierto a través de viajes espaciales y mediante los radiotelescopios, que en el espacio no había un silencio sepulcral como muchos creían, sino que, por el contrario, había mucho ruido; mucha bulla procedente de cada planeta y de cada estrella. Y estos sonidos podrían ser mensajes enviados de otros mundos; de civilizaciones tan o más avanzadas que la nuestra, que podrían estar buscando conectarse con sus similares en el universo. Por ello, el gobierno norteamericano había creado una comisión de investigadores compuesta por un grupo de científicos expertos en claves y en sonidos que trabajaban para las fuerzas armadas o para la FBI y la CIA, a fin de que procurasen con el uso de las computadoras, decodificar e interpretar dichas señales. Este grupo estaría apoyado por otro, compuesto por psíquicos, esto es: personas que han nacido con ciertas facultades de la percepción extrasensorial más desarrolladas que el común de la gente, y que son reclutadas por los gobiernos de las grandes naciones, para utilizarlos apoyando a las fuerzas policiales en resolver casos delictivos que no pueden solucionarse por la vía normal, o también para intervenir en misiones de espionaje. Mientras unos recibían las señales y buscaban traducirlas, el otro grupo se concentraba para enviar al cosmos una onda mental telepática lo suficientemente fuerte, como para que, de existir civilizaciones desarrolladas en el espacio, que no sólo hubiesen avanzado en tecnología, sino también en su poder mental, supiesen ellos que aquí en la Tierra ya hay quienes se consideran con capacidad de mantener un contacto inteligente.

Esta noticia motivó a mi padre a organizar una conferencia en el seno de su instituto, para lo cual invitó a un médico del Hospital de Policía de Lima y miembro de la Sociedad Teosófica, el doctor Víctor Yáñez Aguirre, quien disertó magistralmente sobre la telepatía, y la posibilidad de la existencia y posterior visita de seres extraterrestres mucho más avanzados que nosotros, cuyo único mérito hubiese haber empezado antes, y que podrían por ello tener ampliamente desarrolladas sus facultades psíquicas; de tal manera, que de estar llegando a la Tierra, podrían no sólo visitarnos con sus naves, sino que podrían estar intentando una conexión mental telepática o buscándola a un nivel astral, en sueños; debido a que según él, los sueños son experiencias reales en otra dimensión. 


La primera psicografía: Cómo comenzó todo 

No puedo negar que la conferencia me maravilló, y quedé muy entusiasmado con el tema y tan motivado que cuando llegué a casa les conté a Mochi y a Rosie de los alcances y posibilidades que habían sido planteadas aquella noche, y les pedí que me acompañaran en un intento de recepción telepática. Nunca pensé que pudiéramos tener un resultado positivo, pero bien valía la pena intentarlo; y para ello se me ocurrió que podíamos emplear lo aprendido en la yoga, como son las técnicas de: respiración, relajación, concentración y meditación, que nos predispondrían en un estado de receptividad y silencio interior; como para captar cualquier pensamiento que no fuese nuestro. Nos sentamos para ello cómodamente en torno a una mesa; colocamos unas hojas de papel y un lápiz sobre ella, acordando que al primero que le viniese una idea que considerara que no fuese suya, la anotaría; y así, al final uniríamos las ideas sueltas procurando interpretar algún posible mensaje.

Cerramos los ojos y nos pusimos a tomar respiraciones lentas y profundas para realizar una meditación muy especial, pues aquella ocasión concentraba grandes expectativas. Habían pasado unos quince minutos de una muy buena relajación, cuando de pronto sentí un deseo irrefrenable de escribir, y algo se conmovió fuertemente en mí... Se produjo una ansiedad tal, que tuve que abrir los ojos y tomando con la mano el lápiz, la relajé hasta que comencé a garabatear en las hojas de papel de una forma descontrolada, por lo cual me sorprendí y más bien detuve mi mano, ya que sentí algo de temor y todo ello me había puesto muy tenso. Al cabo de un rato que nuevamente me relajé, se repitieron los trazos sobre el papel; pero esta vez ya no eran meras líneas o rayas en distintas direcciones, sino que empecé a escribir a gran velocidad lo que vertiginosamente me iba llegando a la mente. Cuando terminé, aún me temblaba la mano y el brazo, y por largo rato continuaría estremecido por la corriente eléctrica que había sentido que descendía por mi espalda.

Una fuerte presión en la cabeza parecía querer convencerme de la realidad de la recepción, pero mi mente se resistía... ¡No lo podía creer! Tenía delante de mí un supuesto mensaje telepático, una aparente comunicación venida de otro planeta. ¡Aquello era una locura!... Al leer el escrito éste decía: 

Oxalc de Morlen.

«Sala de hogar buena para hacer la comunicación. Me llamo Oxalc, soy de Morlen. Ustedes la llaman Ganímedes, una de las lunas de Júpiter. Podemos tener contacto, pronto nos verán». 

De inmediato pensé que me había «rayado»; que estaba alucinando e inventándome cuentos producto de una desbordante fantasía e imaginación. Inmediatamente mi madre y mi hermana abrieron lo ojos, y muy contentas vieron el mensaje, comentándome con alegría, que ellas también habían captado parte de la recepción por lo que sentían que ello era verdadero y no producto de nuestra mente.

Quizá por una cuestión de responsabilidad o de humildad —realmente, no lo sé—, no podía compartir su entusiasmo. De inmediato descarté toda posibilidad de que aquello fuese cierto, porque como les decía a ellas: no podía ser tan fácil que se obtuviese un contacto con mentes superiores siendo nosotros gente común y corriente; si fuera así, cualquiera podría llegar a alcanzarlo. Les reiteré allí mismo que para mí, no era otra cosa que un juego de nuestra imaginación, consecuencia probable del ambiente familiar, de la conferencia y de nuestro excesivo entusiasmo. Por lo que muy molesto con la situación, me paré y me dirigí hacia mi dormitorio, deseoso de olvidar lo ocurrido. La actitud de mi hermana Rosie fue todo lo contrario. Ella, supremamente satisfecha por lo acontecido —y sin que yo lo supiese—, tomó el teléfono y comenzó a llamar a los amigos, empezando por Marinita, narrándole lo que había pasado en aquella meditación. A todos les contaba: 

—«¡No se imaginan lo que ha ocurrido esta noche!... ¡Sixto se ha comunicado con un extraterrestre! Vengan mañana, vamos a hacer una reunión en casa». 

Aquella noche del 22 de enero de 1974 se había iniciado como jugando, ingenuamente y sin que nosotros nos percatáramos, una maravillosa aventura, que involucraría a cientos de miles de personas a nivel mundial, despertando conciencias y cambiando nuestras existencias de una manera muy positiva. Aventura de contacto, que hasta ahora no conoce final.

martes, 12 de diciembre de 2023

Los Elohim en la Biblia, según los raelianos


Claude Vorilhon, alias «Rael», fundador del Movimiento Raeliano, dice que, del 13 al 17 de Diciembre de 1973, tuvo una serie de Encuentros Físicos con Yahweh, «Comandante de los Elohim», en el cráter Puy de Lassolas, en el Centro-Sureste de Francia. Esta semana, se estarían cumpliendo, entonces, 50 años de estos supuestos Contactos Extraterrestres.


Siempre según Rael, en esas ocasiones, Yahweh lo invitó a subir a su Platillo Volador para explicarle la Creación de la Vida en la Tierra y otros pasajes de la Biblia relacionados con los Elohím, ya que él sería «el Último Profeta de los Elohim».

Rael expuso esta información en «El Libro Que Dice La Verdad», publicado antes que termine aquel mismo año de 1973, y vuelto a publicar en 2006 con el nombre de «Diseño Inteligente: El Mensaje de los Diseñadores».

En homenaje al 50 Aniversario de estos supuestos Encuentros de Rael con el Elohím Yahweh, los dejo con esta serie de videos, basados en dicho libro de Rael...

Duración total: 2:37 horas, aproximadamente.


01. La Creación del Cielo y de la Tierra.

02. La Creación de la Vida Vegetal y Animal.

03. La Creación del Hombre y sus Razas.

04. El Edén, la Serpiente, los Árboles y los Querubines.

05. El Diluvio y el Arca Espacial de Noé.

06. La construcción de la Torre de Babel.

07. La Destrucción de Sodoma y Gomorra.

08. Moisés y el Éxodo.

09. El Maná y la Serpiente de Bronce.

10. La Caída de los Muros de Jericó.

11. Sansón, Samuel y el Arca de la Alianza.

12. El Templo de Salomón y los Milagros de Elías y Eliseo.

13. Los Serafines y la Multiplicación de Panes de Eliseo.

14. Los Platillos Voladores de Ezequiel.

15. La Visión del Valle de los Huesos Secos.

16. Mundos y Humanidades en las Parábolas de Jesús.

martes, 28 de noviembre de 2023

Nuevo artículo en Anrrompedia: Enrique Castillo Rincón, a los 50 años de su contacto con los Pleyadianos de Shielho

Este mes se cumplieron 50 años del contacto del ingeniero costarricense Enrique Castillo Rincón con los Pleyadianos del Sistema Shielho en Colombia. Así que, los dejamos con este nuevo artículo en Anrrompedia, publicado el 3 de Noviembre:

https://anrrompedia.fandom.com/es/wiki/Enrique_Castillo_Rincón

viernes, 11 de agosto de 2023

Filadelfia, Montauk y la Apertura de los Biocampos Planetarios 1943, 1983, 2003 y 2023

Por Xentor Xentinel





La Cábala Oscura, Criptocracia, Élite Atlantista, Élite Global, Estado Profundo, Hermandad Negra, Mafia Jázara, Mafia X, Red Illuminati, Sinarquía Negra u Oligarquía Planetaria, es el Gobierno Oculto Negativo del Planeta. Está formada, básicamente, por los hombres más ricos del mundo: unos 6.000 aproximadamente, que han venido controlando a los Gobiernos durante los dos últimos Siglos.

Establecen quiénes han de ser elegidos, cuándo y dónde. Deciden cuándo debe iniciarse una guerra, y cuándo no. Controlan el sistema de abastecimiento del planeta, y cuándo ha de producirse una inflación o una deflación. Desde el Siglo 18, esta gente lo ha dominado prácticamente todo. Su objetivo es la instauración de un Gobierno Mundial en el nombre de Luzbel y Satanel.

Parece ser que, entre 1900 y 1930, los Miminu, alienígenas de grandes cabezas y piel gris, también adeptos de Luzbel y Satanel, establecieron contacto con esta gente en algún punto del planeta.


EL EXPERIMENTO FILADELFIA

El Proyecto Arco Iris (conocido popularmente como «Experimento Filadelfia»), se hizo con información tecnológica recabada de los Miminu. Nikola Tesla, que fue el primer director del Experimento Filadelfia, dijo que había recibido información de Extraterrestres, aunque nadie le creyó en su momento.

Fue un experimento militar de máximo secreto, llevado a cabo en 1943, en plena Segunda Guerra Mundial, con el fin de volver invisible un acorazado. El procedimiento consiste en llevar al barco al siguiente Supertono Dimensional, haciéndolo invisible para todos los que estamos en este Supertono.

Estados Unidos necesitaba un sistema de invisibilidad para ganar la guerra, pero los Miminu tenían razones muy diferentes para proporcionarles esa tecnología. 

En Julio de 1943 tuvo lugar un primer experimento en que el USS Eldridge desapareció durante 20 minutos, causando notables problemas físicos y psíquicos a la tripulación. Pese a estas dificultades, las investigaciones continuaron.

Casi todas las fuentes dicen que el segundo experimento se hizo el 28 de Octubre, pero Alfred Bielek, autor de «El Experimento Filadelfia y otras Conspiraciones OVNI» (1990), dice que fue el 12 de Agosto. Y es que, explica, cada 20 años, en esa fecha, se abren 4 Biocampos Planetarios, generando un gran brote de energías magnéticas.

En esta segunda prueba, el barco permaneció invisible al radar por 67 segundos, para luego desaparecer súbitamente en medio de un flash azulado. Los científicos que trabajaban en el proyecto buscaban simplemente que el barco se hiciera invisible al radar, pero el experimento estalló entre dos Dimensiones.

El barco tardó casi 4 horas en volver, y entonces todo había cambiado: La mayor parte de la tripulación había desaparecido para siempre, otros estaban muertos, algunos estaban literalmente incrustados en la estructura del buque, otros estaban ardiendo, y otros sufrían repetidos procesos de materialización y desmaterialización. Pero todos los sobrevivientes estaban en un comprensible estado de desorientación.

Dos de los marineros del barco, los hermanos Duncan y Edward Cameron, saltaron al agua en pleno experimento, pensando que podrían alejarse de todo aquello nadando, pero cuando llegaron a tierra se encontraron con que, lejos de estar en el puerto de Filadelfia, estaban en Montauk (Long Island, Nueva York), y en el año 1983...

Resulta que en este año, también el 12 de Agosto, se había llevado un experimento similar, el Proyecto Fénix (conocido popularmente como «Proyecto Montauk»), que estaba conectado al Proyecto Arco Iris de 1943. La apertura de los Biocampos Planetarios en ambas fechas sirvió para unir ambos experimentos, creándose un Campo de Hiperespacio que absorbió al acorazado de 1943, trayéndolo brevemente a 1983, momento en el que saltaron los Hermanos Cameron.


LOS SINIESTROS APAGONES DE LA SINARQUÍA

John Todd Collins fue parte de la Sinarquía Global y llegó a ser Gran Druida del Consejo de los 13. Posteriormente, se convirtió al Cristianismo, y empezó a revelar información secreta de la Élite:

El 1 de Agosto de 1972, dice, recibió, a través de la Embajada de Reino Unido, una carta sellada escrita por el sinarca Guy Rothschild que, entre otras cosas, decía:

«Hemos encontrado una persona quien creemos que es el hijo de Lucifer. Creemos que con sus poderes, y nuestro dinero, podremos por fin llevar a cabo nuestros planes».

Esa noche, tras el Aquelarre del Sabbath, Philip Von Rothschild anunció ante el Consejo de los 13 en el Casino Building de San Antonio, los eventos mundiales planificados a partir de 1980, diciendo:

«Cuando vean apagarse las luces de Nueva York, sabrán que nuestro objetivo se ha conseguido».

Y es que la Sinarquía usa estos apagones como «celebración» de importantes objetivos cumplidos. Algo que no les cuesta nada, porque sinarcas son, también, los grandes dueños de la electricidad, el petróleo y todo el abastecimiento energético mundial.

El 9 de Noviembre de 1977, se produjo el «Gran Apagón de Nueva York», que hizo colapsar los sistemas públicos de 8 Estados, sin que se diera una explicación razonable para ello. 

Podríamos pensar que ésta era la gran señal anunciada, pero recordemos que Rothschild hablaba de eventos a ocurrir a partir de 1980. Lo de 1977 debió de haber sido la celebración de un logro previo importante, pero no el cumplimiento del objetivo señalado por el sinarca.

Esta siniestra forma de celebrar los logros de la Criptocracia en su persecución del Gobierno Mundial, se han repetido en un país tras otro.

Por ejemplo, cuando en Abril de 1995, llegó a Chile George Bush I (un sinarca, miembro de la Orden Skull&Bones, al igual que su hijo), traído por la Empresa de Telecomunicaciones VTR, un increíble corte de luz afectó a la mitad de las Regiones del país, incluyendo la capital. Literalmente, medio Chile quedó a oscuras. El hecho, como de costumbre, jamás fue explicado racionalmente. 

Además, el día del apagón en Chile, coincidió con la inauguración de la «Tarjeta de Débito», o dinero digital en el país (un importante paso hacia el Nuevo Orden Económico Global que planea la Sinarquía). Podemos darnos cuenta que motivos para celebrar tenían de sobra...

El 14 de Agosto de 2003, un gran apagón de electricidad (el mayor de la historia en Norteamérica), dejó a oscuras a Nueva York y Detroit, en Estados Unidos; y a Toronto y Ottawa, en Canadá. De nuevo, no se dio ninguna explicación clara a la Opinión Pública.

Nótese que esto ocurrió solo dos días después de la Apertura de los Biocampos Planetarios de ese año. ¿Se hizo un nuevo experimento de viajes en el tiempo aquel año, la Élite Atlantista logró un objetivo importante con esto, y decidió celebrarlo de esta forma? 

¿Se hará otra Operación del Tiempo este Sábado 12, cuando se vuelvan a abrir los Biocampos Planetarios? ¿Lograrán de nuevo un objetivo importante los sinarcas, y lo celebrarán de la misma forma? Algo que, hay que decirlo, me parece difícil, pues en los últimos años, parece que los planes no les han salido del todo bien... Pero habrá que estar atentos.

Otra particularidad es que, la Apertura anterior de los Biocampos, ocurrió durante la Guerra de Irak de 2003, y la que viene ocurre durante la actual Guerra de Ucrania, siendo ambas guerras decididas y preparadas por la Élite Atlantista.

jueves, 5 de enero de 2023

Sueño: 900 días para no sé qué de la Humanidad...

Por Xentor Xentinel



La mañana del 2 de Diciembre de 2020 tuve un sueño muy curioso, y además repetitivo. Desperté y me volví a dormir varias veces, y volvía a tener el mismo sueño.

El sueño era que revisaba mi cuenta de Facebook, y me salía una publicación default abajo, como cuando te aparecen esas antipáticas publicaciones de «Verificación de hechos», solo que en este caso era una imagen que mostraba como un artículo de periódico de varias columnas, con el título grande y legible, y un cuerpo de texto pequeñito que solo podrías leer pinchando en la imagen para agrandarla.

Yo no agrandaba la imagen, sino que me quedaba mirando la miniatura, que se veía muy similar a esta imagen que hice para ilustrar este texto.


El título decía algo así como
«900 días para el reseteo de la Humanidad», solo que no era «reseteo» lo que decía en medio del título, sino algo parecido, y diría que era más de una palabra. Recuerdo claramente lo de «900 días para», y la palabra «Humanidad» al final. Lo demás, lo olvidé, pero era algo similar a «reseteo».

No sentí que esa publicación default viniese de Facebook, ni que se refiriese al reseteo planeado por la Élite Global, sino que parecía una publicación de «los buenos», de «La Alianza» de los «Sombreros Blancos», como llaman algunos. Algo así como la promesa de Q-Anon de que, en algún momento, «La Alianza» interferirá todos los medios de comunicación para informar a la Humanidad de todo lo que ha pasado y está pasando.

Al despertar definitivamente de este sueño repetitivo, y haciendo un cálculo mental rápido, razoné que 900 días son 30 meses; es decir, unos dos años y medio. Y luego me fui a la calculadora de días de mi computadora (una herramienta muy útil para estas cosas), y me encontré con que, contando 900 días a partir aquel 2 de Diciembre del 2020, llegamos al 21 de Mayo del 2023.

Entonces, conté de mi sueño en mi cuenta de Facebook. No lo había contado en este blog hasta ahora que está comenzando el año aludido.

Curiosamente, este 2023 parece un año bastante referenciado en películas de los últimos años, como «X-Men: Días del Futuro Pasado» (2014) y «Avengers: Jugada Final» (2019). Ambas películas hablan de un 2023 en donde las cosas han ido por un curso tan malo, que los protagonistas necesitan realizar viajes en el tiempo al pasado, unas décadas atrás, para cambiar el curso de los acontecimientos.

Además, 2023 sería uno de los años de apertura de los Portales del Tiempo de Filadelfia-Montauk que, desde el Experimento Filadelfia de 1943, se abrirían cada 20 años, y más poderosamente, cada 40, como habría ocurrido en el mismo 1943, y en 1983. El 12 de Agosto de 2023 se cumplirán otros 40 años de este ciclo que, tal como en las películas mencionadas, implican viajes en el tiempo.

¿Será que va a pasar algo trascendental para la Humanidad en este 2023, el 21 de Mayo o el 12 de Agosto, o ambas fechas?


OTRO SUEÑO

Además de este sueño repetitivo de aquella mañana, había tenido otro sueño curioso al poco de empezar a dormir, por la Medianoche (desperté tras ese sueño, y por eso pude recordarlo).

En este otro sueño, yo estaba como sentado en el suelo, creo que con las piernas cruzadas, tipo Postura del Loto, y se me acercaba un lobo por atrás: un lobo enorme y corpulento, como un león. Su pelaje era hermoso, con pelo blanco y negro entremezclado.


El lobo se me acercaba lenta y pacíficamente. Como cuando se te acerca un perro grande, y te parece que quiere que lo acaricies, pero no estás seguro y no te atreves, porque piensas que te puede morder. Así estaba yo.

El lobo quedaba con su cabeza junto a mí, como esperando que levante mi brazo para acariciar su barbilla. Como el lobo era grandote y estaba de pie, mientras que yo estaba sentado en el suelo, su cabeza quedaba más alta que la mía, y yo, efectivamente, necesitaba levantar mi brazo sobre mi cabeza para acariciar su barbilla.

Poco a poco, fui levantando mi brazo y dirigiéndolo hacia él, con algo de miedo de que me mordiera y destrozara el brazo, lo cual no sucedió. Poco a poco, fui venciendo el miedo, y empecé a acariciar a ese gran lobo, que se mantuvo ahí, dócilmente, junto a mí. Ese fue el sueño y en ese momento desperté...

¿Tendrán relación estos dos sueños? ¿Será que la Humanidad se enfrenta al desafío de perder el miedo hacia algo que puede parecer amenazante, pero que al final no lo es, de aquí a Mayo del 2023?