domingo, 3 de junio de 2012

Conspiración Óctopus

Por Xentor Xentinel


La Segunda Guerra Mundial está plagada de historias sobre la crueldad de los japoneses contra ciudadanos chinos, así como contra soldados británicos y estadounidenses, entre otros. Las fuerzas imperiales japonesas, no sólo utilizaron prisioneros de guerra como esclavos para construir su ferrocarril en Birmania, sino que realizaron con ellos terribles experimentos médicos en el cuartel general de la hermética Unidad 731, centro para armas de guerra bacteriológicas y químicas de Japón.

Desde 1936 hasta 1943, la Unidad 731 mató entre 300.000 y 500.000 hombres, mujeres y niños, en el tristememente famoso Campo de Exterminio de Pingfan (Manchuria). Las atrocidades allí cometidas fueron peores que las de los campos nazis. El sufrimiento duró mucho más..., y no sobrevivió ni un sólo prisionero.

No obstante, mientras eso se producía, otra fuerza japonesa aún más furtiva se dedicaba a una labor tan secreta que pasaría a los anales de la historia como uno de los relatos más explosivos de la Segunda Guerra Mundial.


EL TESORO DE LILA DORADA

Lila Dorada es el nombre de un poema escrito por el emperador japonés Hiro-Hito. Y es también un gran secreto.

Entre 1936 y 1942, y actuando a las órdenes de un príncipe de la Casa Imperial japonesa, Lila Dorada, una unidad secreta dirigida por el hermano pequeño del Emperador, recibió el encargo de saquear metódicamente el sudeste asiático. Toda la parte de Asia controlada por los japoneses fue rastreada en busca de tesoros.

El valor del botín acumulado por Lila Dorada es alucinante: 1.3 millones de toneladas métricas de oro, una cantidad casi 10 veces superior a las 140.000 toneladas métricas supuestamente extraídas en más de 6.000 años de historia, según la cifra oficial de las reservas de oro mundial, proporcionadas por el Banco Mundial. Aquella gran cantidad de oro y otros tesoros estuvieron repartidos en baúles de varios tamaños.

Todo este oro, equivale a 41.6 billones de dólares actuales, una cantidad tan grande que, si se repartiera equitativamente entre los 7.000 millones de habitantes de la Tierra actuales, a cada uno le correspondería unos 6.000 dólares.

Es insólito que existan semejantes cantidades de oro al margen del circuito oficial. Y es aún más espeluznante es que dicho secreto esté protegido. El oro, al igual que ocurre con los diamantes, es mucho más común en la naturaleza de lo que la gente cree. Si alguna vez llegara a conocerse la verdad, ésta destruiría la economía mundial, porque la mayoría de los países todavía usa el patrón oro como respaldo de su moneda.


ENTIERRO DEL TESORO

Sólo unos cuántos privilegiados saben que el Valle de Teresa, en la provincia filipina de Rizal, forma parte de la mayor conspiración de la historia de la Humanidad, una leyenda susurrada entre quienes conocen el alucinante tesoro que fue robado y escondido por el Ejército Imperial japonés en retirada durante los días más duros de la Segunda Guerra Mundial.

Teresa, un valle rodeado por montañas ricas en mármol, parece una de las zonas menos interesantes de Rizal, en las laderas de Sierra Madre, la cordillera más larga de Filipinas. De hecho, podría no haber existido, si no fuera por el arroz que se cultiva en terrazas desde hacía siglos, en medio de los llanos del Oeste y las onduladas colinas y escarpadas crestas del Este.

Tras la derrota del ejército alemán en Stalingrado (actual Volgogrado), a principios de 1943, los más sagaces comandantes alemanes y japoneses comprendieron en seguida que era el principio del fin. Era cuestión de tiempo. Trasladar el tesoro a Japón no era viable. Había que cambiar de planes, aunque sólo fuera como medida provisional.

Poco antes de que las tropas británicas invadieran Pingfan, algunos de los de la Unidad 761 fueron trasladados a otra unidad secreta, que pasaría a los anales de la historia como uno de los relatos más explosivos de la Segunda Guerra Mundial.

Cargados con tesoros robados que habían estado escondidos en unos depósitos, fueron enviados, unos a Rizal, en Filipinas; y otros a Irian Jaya (actual Papúa), en Indonesia. La mayor parte del oro, correspondiente a un total de 172 baúles, fue enviado por barco al cuartel general del Príncipe Chichibu, en Filipinas. En la espesa jungla de Irian Jaya también se enterraron cofres de oro, platino, piedras preciosas y objetos religiosos de valor incalculable.

El grupo de oficiales japoneses en Filipinas, con la ayuda de una brigada especial del cuerpo de ingenieros, tardó meses en excavar y construir complejos sistemas de túneles bajo la Sierra Madre, lo bastante grandes para almacenar los camiones, y lo bastante profundos para discurrir por debajo de la superficie del agua. Dejaron señales sobre cómo hallarla por medio de formaciones rocosas inhabituales, y otros signos topográficos que disimulaban fácilmente su ubicación.

Oro y plata en lingotes, diamantes, platino y valiosos objetos religiosos, incluída una estatua de oro de Buda que pesaba una tonelada, valorados en 190.000 millones de dólares de los de 1943, fueron enterrados ahí, junto con prisioneros de guerra aliados que habían sido forzados a cavar los túneles.

El ejército japonés se vio obligado a dejar el tesoro allí, con la vana esperanza de regresar después de la guerra, y recuperar el botín en secreto. En la espesa jungla de Irian Jaya (actual Papúa), en Indonesia, también se enterraron cofres de oro, platino, piedras preciosas y objetos religiosos de valor incalculable.

Para entender esta historia, para calibrar de veras su intensidad y su horror, hay que visualizarla, saborear el sudor y oler la pobredumbre. Hay que imaginarse lo que debieron pasar los presos que cavaron aquellos túneles bajo el ojo atento de los sargentos mayores japoneses y el bramido del viento, hasta arriba de barro, pasando hambre y medio desnudos, atormentados por insectos del tamaño de un puño, dándose cuenta de que no tenían la menor posibilidad de salir de allí con vida. Éste sórdido episodio pierde parte de su encanto estereográfico, y no se puede entender en toda su dimensión: la maldad elevada a la enésima potencia.

Estamos hablando de la mayor conspiración de la historia. La mayoría de quienes tuvieron la mala suerte de formar parte de Lila Dorada fueron enterrados con el tesoro, tanto los prisioneros de guerra, como los propios soldados japoneses. Son los supremos guardianes de la cripta.

Los cartógrafos japoneses confeccionaron mapas de todos los escondites, y los contables del emperador marcaron cada baúl con un número de tres dígitos que representaba el valor de la carga de cada uno en yenes japoneses. Uno de los 172 vehículos tenía el «777», el equivalente a más de 90.000 toneladas métricas de oro, el 75% de las reservas oficiales de oro del mundo. Un valor de 102.000 millones de dólares estadounidenses del año 1945, cuando el tipo de cambio era de 3.5 yenes por dólar. Son 2.88 billones de dólares actuales, según el tipo de cambio actual: una cantidad que empequeñece la deuda global actual y lo deja a uno aturdido.


ESTADOS UNIDOS

Era un secreto demasiado tentador para mantenerlo oculto en un calabozo oscuro. A finales de 1944, Estados Unidos descifró las comunicaciones codificadas del Japón imperial y elaboró sus propios planes para hacerse con el botín.

En 1948, agentes de la CIA, bajo la dirección del General McArthur, fueron enviados a Filipinas con el cometido de encontrar el tesoro y llevarlo a Estados Unidos. El equipo de búsqueda fue conducido, con los ojos vendados, hasta una zona próxima al Lago Caliraya, en Lumban, donde los hombres de la expedición secreta recibieron la orden de cavar, sin preguntar por qué, ni para qué.

Trabajaban de noche. Se avanzaba a duras penas. Todos los túneles estaban llenos de trampas y callejones sin salida que dificultaban y retrasaban la excavación. El equipo tardó unos 6 meses en encontrar la primera cámara del tesoro, situada a unos 65 mts bajo tierra. Esta operación secreta de la CIA continuó hasta 1956.

Una parte del oro de Filipinas, el equivalente a unos 223 billones de dólares, fue embarcado a Génova (Italia) a bordo del Portaaviones President Eisenhower, y después trasladado a diversos bancos de Suiza en un convoy fuertemente protegido.

Una «pequeña» parte de las cuentas del tesoro (47.000 toneladas métricas de oro, evaluado en 1.5 billones de dólares), terminó bajo control por el Vaticano, que ayudó a huir a los criminales de guerra nazis y japoneses hacia Latinoamérica y Estados Unidos. Se hizo a través del Monseñor Giovanni Montini, Subsecretario de Estado durante la guerra.

El resto del oro, fue dejado donde estaba, a buen recaudo. Y allí sigue, guardado tras mil cerraduras...


FERDINAND MARCOS

En 1953, Ferdinand Marcos, el futuro presidente y dictador de Filipinas, descubrió el tesoro. En esa época, él no era más que un modesto matón y buscavidas. Sin embargo, tenía una ambición sin límites, algo que el gobierno estadounidense subestimó. Entre 1953 y 1970, con la ayuda de los prisioneros de guerra japoneses, Marcos desenterró 600 toneladas de oro, equivalentes a 20.000 millones de dólares actuales...

Uno de los prisioneros había formado parte de Lila Dorada. En 1970, Marcos le ofreció la libertad a cambio de su cooperación, y el prisionero le dibujó una pequeña sección del mapa, la parte que había memorizado en 1943. Entonces, Marcos se puso a trabajar en serio. Cuando hubo terminado, había sacado 32.000 toneladas del tesoro oculto (un billón de dólares actuales). Más tarde, encontraron al prisionero en una choza de la jungla con la garganta perforada quirúrgicamente. Aparentemente, su billete a la libertad...

El oro de Marcos fue confiscado por el Gobierno de USA, cuando Marcos fue derrocado y sacado de Manila por helicópteros estadounidenses en 1986.


AHMED SUKARNO

En la historia contemporánea, hay un episodio prácticamente desconocido:
En 1955, el presidente indonesio, Ahmed Sukarno, junto con otros dirigentes del Tercer Mundo, planeaba crear un banco secreto de países no alineados utilizando como garantía billones de dólares en reservas de oro de la Segunda Guerra Mundial que habían sido encontradas.

La creación de una entidad tan poderosa cuyas reservas de oro dejaran pequeñas a las disponibles en Occidente habría hecho temblar de miedo tanto a los gobiernos occidentales como a la fraternidad bancaria euroamericana.

La reacción de Occidente fue enviar a Indonesia una delegación de alto nivel que, bajo los auspicios de la reconstrucción de la postguerra, discutió el asunto con Sukarno. A cambio, prometían más cooperación occidental, reconocimiento del régimen, protección contra sus enemigos, aranceles bajos para las mercancías indonesias, etcétera. Fue la primera misión exterior de Kissinger, y el primer fracaso no oficial.

Tras escuchar atentamente a los hombres blancos, Sukarno les enseñó uno de los depósitos secretos en los que estaban ocultos objetos valiosísimos, gemas, joyas, y una cantidad extraordinaria de metales preciosos. Había tal tecnología punta, incluso para los criterios actuales, que a su lado Fort Knox (oficialmente, la mayor reserva de oro del mundo), parecía un campamento Boy Scout.

Los hombres blancos no habían visto en su vida nada parecido. Había filas y filas de cajas de metales preciosos de la UBS, la Unión de Bancos de Suiza, cada una con barras de oro o platino J.M. Hallmarked de un kilo, cada barra con un certificado y un número únicos con el distintivo Johnson Mathey; certificados bancarios de depósito de oro y rubíes. En total, miles de toneladas. Tarjetas Vault Keys y Depositor ID de oro. Era como las mil y una noches. Tras recuperarse los visitantes del impacto, Sukarno les dijo que se fueran a freír espárragos. Kissinger explotó y amenazó personalmente con asesinarlo.


ÓCTOPUS

Desde principios de la década de 1960, el Tesoro de Lila Dorada está custodiado por 54 fideicomisarios, en depósitos de Teresa, y en las montañas selváticas de Papúa, en Indonesia. Los fideicomisarios trabajan de manera independiente, sin conocerse unos a otros. Pero están coordinados por una organización que se estructura en círculos concéntricos, con la capa exterior siempre protegiendo al miembro interior más dominante que coordina las operaciones. El investigador Daniel Estulín se refiere a esta organización con el nombre novelado de ÓCTOPUS.

El círculo exterior de Óctopus son burócratas gubernamentales de grado intermedio, una serie de directores del complejo militara-industrial. En el siguiente nivel, encontramos a planificadores militares de alto rango, y sus controladores. En el círculo interior, encontramos al Consejo Asesor de Inteligencia, una pequeña cábala de unos 10 ó 20 miembros, estrechamente unidos y financieramente entrelazados: Los controladores de la riqueza del planeta, hombres cuyo poder hace girar el mundo.

Este Consejo de Directores son perros alfa, antiguos jefes de los organismos gubernamentales: el FBI, la CIA, la NSA (Agencia de Seguridad Nacional), la ONI (Oficina de Inteligencia Naval), la DIA (Agencia de Inteligencia de Defensa), el Pentágono, el Departamento de Defensa, por no mencionar los bancos y el Gobierno, conectados a los programas especiales de creación de dinero: El ejemplo clásico de complejo industrial-militar... De este modo, bancos, compañías de seguros, conglomerados de petróleo, y otras empresas que figuran en la lista de las 500 más ricas de la revista Fortune, resultan ser sólo una fachada.

La reserva de fondos de 223 billones de dólares del oro filipino depositado en bancos suizos —suficiente para cancelar la deuda nacional de Estados Unidos, y todas las demás deudas del planeta— fue a parar a 30 cuentas del CitiGroup. El principal vehículo de esta operación en Estados Unidos es el Citibank.

Es un sistema muy opaco, que funciona jerárquicamente en distintos países y con diferentes participantes, quienes responden ante el Consejo de Directores. La cabeza visible de este Consejo es John Reed, presidente del Citibank. Este hombre es responsable de infinitas intrigas e ilegalidades, pero sólo es un testaferro.

El alto puesto de John Reed no es casual. Su destino, ligado al Tesoro de Lila Dorada, quedó sellado en 1956, cuando sirvió como integrante de un grupo militar secreto, adiestrado en Australia, y enviado luego a la jungla de Filipinas.

James Francis Taylor, el presidente del poderoso Grupo Bilderberg, que además resulta ser vicepresidente de Goldman Sach, se sienta en el mismo Consejo de Directores como presidente de CitiGroups, estando ambas entidades de algún modo vinculadas a Óctopus.

Otros miembros de Óctopus, son Henry Stilton, Director Adjunto de la CIA; y Robert Lovett, analista del Departamento de Estado, y ejecutivo de Brown Brothers Harriman.

Mediante cuentas espejo al margen de los libros, Óctopus también sabe sacar provecho del dinero del gobierno, utilizándolo para acaparar los mercados mundiales mediante fusiones y adquisiciones, con tapaderas y manipulando precios.

Se trata de una red global de cárteles gigantescos más poderosos que los propios países, a cuyo servicio están, en teoría, una araña virtual de intereses industriales, económicos, políticos y financieros.


EL PROGRAMA COMERCIAL PARALELO

El Gobierno de USA utiliza el oro oculto en Suiza como garantía monetaria del Programa Comercial Paralelo (CTP, por sus siglas en inglés), con derecho ilimitado de giro sobre los depósitos, que se convirtió en la base de los fondos para operaciones extraoficiales de la CIA, cuyo fin era crear una red anticomunista mundial, durante los primeros años de la postguerra. Para garantizar la lealtad a su causa, la CIA distribuyó certificados de lingotes de oro entre gente influyente de todo el planeta.

El mundo en la sombra donde el CTP vive y fabrica dinero del aire es el pequeño y sucio secreto de la economía occidental.

Detrás tenemos a los organismos del Gobierno ya mencionados. Toda esta sopa de agencias participa en la actividad de generar beneficios espectaculares corriendo muy poco riesgo, y los que son invitados de manera exclusiva a participar como aportadores de fondos, acumulan capital a un ritmo escandalosamente alto. Es un método de creación de dinero que ningún sistema de supervisión o rendición de cuentas es capaz de poner en evidencia.

Los bancos y muchos inversores multimillonarios, actúan en connivencia con el Gobierno en la dirección de estos programas. Este comercio interior, realizado por personas que controlan los mercados, es absoluta y decididamente ilegal. Los bancos y los bancos centrales que participan en el CTP, llevan dos libros: uno para el examen público, y otro para verlo en privado. El Banco Mundial está involucrado en la parte extraoficial de todo esto.

Una parte de este dinero ilegal se está usando para rescatar los principales bancos del mundo, que se enfrentan a una crisis de insolvencia, como consecuencia de unas insensatas políticas de préstamo, y de la debacle de las infames hipotecas subprime. Bancos como Citibank, HSBC, Chase Manhattan, Bank of New York, Lehman Brothers, Wachovia o Goldman Sachs, están en quiebra, y se hallan al borde de la desintegración financiera.

La otra justificación de estos programas es la creación de inmensas reservas de dinero en efectivo, que continían siendo utilizados en operaciones ilegales.

Esta cantidad de dinero existe, sobre todo, en el ciberespacio. No sería posible transferirla físicamente a ninguna parte. Pero no hay por qué hacerlo, pues se puede mover cualquier cantidad de fondos en una millonésima de segundo, tan sólo pulsando una tecla.


AKIRA SHIMADA

Durante más de 65 años, las macabras actividades de Guerra Biológica de la Unidad 731 de Japón fueron el secreto más horrible y duradero de la Segunda Guerra Mundial. Durante más de 65 años, los gobiernos de Estados Unidos, Reino Unido y Japón, negaron una y otra vez que esos hechos se hubieran producido. Hasta que, de pronto, intervino el destino y la historia empezó a reescribirse a sí misma, palabra por palabra. Y un ser humano sufriente tras otro fueron abriéndole paso a la Verdad.

El distrito de Kanda, en la periferia de Tokio, es la meca de las librerías de segunda mano, siendo frecuentada por universitarios. En 1984, un estudiante que miraba en una caja de viejos documentos desechados pertenecientes a un antiguo oficial del ejército, descubrió el asombroso secreto de la Unidad 731. Los documentos revelaban detallados informes médicos sobre individuos que padecían tétanos, desde el inicio de la enfermedad hasta el espantoso final. Sólo había una explicación, pensó el estudiante: experimentos con seres humanos. Por casualidad se había descubierto uno de los secretos mejor guardados de la Segunda Guerra Mundial.

Pasarían otros 12 años hasta que los primeros implicados, hombres de cabello blanco y modales suaves, empezaran a ponerse en fila para contar sus historias antes de morir. No obstante, el destino hizo acto de presencia en su forma más cruel. Uno a uno, los testigos vivos de los experimentos de la Unidad 731 fueron muriendo, llevándose sus secretos a la tumba. Al parecer, unos fallecieron por causas naturales y otros debido a accidentes inexplicados; tal vez porque también habían pertenecido a Lila Dorada.

A principios del 2008, todos habían muerto, menos uno, Akira Shimada, un anciano frágil y viudo que vivía cerca de Osaka, y que desde 1939 hasta 1943 estuvo destinado en el Grupo Minato (investigaciones sobre disentería) de la Unidad 731.

Los oficiales usamericanos encargados de interrogar a Akira Shimada después de la guerra le preguntaron por qué lo hizo.

—Era una orden del Emperador, y el Emperador era Dios. No tuve elección. Si hubiese desobedecido, me habrían matado —dijo.

Tras tomar debida nota de la respuesta, los interrogadores militares bajo el mando directo de la Junta de Jefes del Estado Mayor clasificaron el informe como Doble Secreto. Los fiscales de los juicios por crímenes de guerra en Tokio fueron advertidos. A partir de entonces, empezó uno de los mayores encubrimientos de la guerra; se hizo correr una cortina de secretos no muy distinta del Telón de Acero, y sin duda más duradera. Pasarían 63 años antes de que la historia de Shimada empezara a ver la luz.

El 2010, la señora Lie D'an Luniset, lanzó el libro «Lila Dorada», cuyas revelaciones deberían causar un gran revuelo en Japón, Estados Unidos e Inglaterra, y contribuir a que se interpongan demandas colectivas contra los gobiernos de Japón y USA. No obstante, parece que el libro se ha silenciado.

Por su parte, el investigador Daniel Estulín prefirió publicar esta información a modo de novela en su obra «Conspiración Óctopus». Estulín asegura que el 80% de lo que se presenta en la novela es real. Esto incluye, por supuesto, la información que hemos extraído para dar forma a este artículo.


Daniel Estulín: Conspiración Óctopus (Parte 1)


Daniel Estulín: Conspiración Óctopus (Parte 2)


Daniel Estulín: Conspiración Óctopus (Parte 3)

2 comentarios:

  1. salfaté hizo un review en la tele sobre un libro la otra vez libro ahi habló tambien de octupus, no tenía idea que eran del mismo autor, Daniel Estulín un capo, nada mas que decir

    si pudieras hacer comentarios personales del nuevo libro se agradecería

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  2. Hola. Hasta ahora, de Daniel Estulín, sólo he leído "La Verdadera Historia del Club Bilderberg", "La Historia Definitiva del Club Bilderberg", y "Conspiración Óctopus".

    Estaba haciendo un resumen cronológico de la información histórica que Estulín expone en el segundo de los libros que acabo de mencionar, cuando me robaron el computador en el que tenía dicho trabajo, que estaba a punto de publicar en este blog. Una desgracia...

    Espero actualizar pronto este post con más información de "Conspiración Óctopus", que me había faltado incluir...

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